Gritó cuando la tomó con fuerza con sus brazos, aprisionandola, podía sentir la tensión en los brazos de Aless tras su cabeza. Conocía esa mirada, no era nueva, es una que siempre le ha dedicado a ella desde que se conocieron, una de indiferencia.

—No es orgullo, idiota. No quiero que te maten. ¿Y por qué no me has matado tu?—. Observó esa sonrisa y un escalofrío le recorrió la espalda, ya había visto esa sonrisa y supo de inmediato, casi como si leyera sus pensamientos, que fue lo que se le vino a mente. —¿Te corresponden? ¡Bien! Haz lo que te dé la gana, ven conmigo—. Lo empujó para que la soltara, no quería que sintiera que estaba temblando.

La tomó por la espalda. Con fuerza y velocidad, ignorando esas palabras. Pues tan sólo terminó de rodear con el brazo los hombros y nuca de Scar.
Una mirada fría e indiferente fue lo primero que le ofreció.

—O dejas tu maldito orgullo, de lo contrario yo mismo te mato —Amenazó con una amplia sonrisa, pues sí Alessandro recordaba bien fue el incidente en la habitación de la rubia y que de querer la habría estrangulado hasta la muerte—, digamos que tus objetivos son los mismos que los míos. Así que no me meto en cosas que no me incumben. Me corresponden.

Rodó los ojos al escucharlo, ese tonito sarcástico le hizo ver que había sido mejor morderse la lengua con anterioridad. Era tan fácil para él sacarla de quicio.

—Si, no sabes cuanto. Ni te imaginas lo que debe ser—. Ella también respondió con sarcasmo, sin quitarle la vista de encima.

—No te daré nombres, es mi trabajo no el tuyo. Y no te estoy cobrando nada Alessandro, de haber sido así estaría jodiendote desde que vives conmigo—. Observa esa gran variedad de armas en el momento en que se quitó el saco, de nuevo ese tonito sarcástico se hizo presente en ella.

—¿Es que acaso me presumes que puedes hacerlo mejor que yo?—. Se puso de pie y se amarró el cabello en una coleta. —Debo irme, tengo trabajo que hacer. Te veo luego—. Al menos el enojo que estaba sintiendo la ayudaría con lo que tenía que hacer y se lo agradecía un poco a Alessandro.

No dijo nada. Más encima por aquella declaración tan arrogante. Tan sólo un gesto con las cejas cómo sí comprendiera toda la situación.

—Entiendo, debe ser muy difícil ser la mejor asesina y no saber como empezar a matarlos. —Comentó sarcástico, era obvio que no lo tomaba en serio.

—Dame nombres. Sí muero es mi culpa, sí no entonces no me cobrarás el alquiler por un mes.

Así de sencillo, su único fin era dejar de pagar por la estadía. Y con ello se quitó el saco; se podía ver una especie de arnés con variedad de cuchillos y un juego de pistolas colgando del mismo.

—Al contrario. El ser casi perfecta es lo que me hace no sólo reconocible sino que además los celos de las personas son notorios, no sabes cuantos problemas me han causado los celos—.

Ella dió una última calada a su cigarrillo para apagarlo, recargó el mentón sobre una de sus rodillas dejando salir el humo de su boca lentamente, observó a Alessandro y enarcó una ceja con sorpresa.

—No te haría eso, pese a que encontramos divertido jodernos uno al otro; no soy tan maldita como para dejar que te maten—. Se mordió la mejilla porque estaba a punto de decir algo que sonaría cursi y no tenía ánimos de que se burlara de ella.

—Qué tan mala tienes que ser para tener problemas con tu propio grupo. Eso o qué tan mala debes ser para ser descubierta por el grupo rival.

Apagó su cigarrillo. No tenía ánimos de fumar, se notaba en su mirada cansada.
Se volvió entonces a la rubia, quién pese sus palabras parecía que había cierta incentidumbre. Para él las cosas estaban rayando entre miedo y nervios.

—Puedo ir en tu lugar sí lo necesitas. Dame un nombre.

—Las he usado, pero de igual manera soy fácilmente reconocible. Tal vez algún día ya no vuelva... Alex y tú serán afortunados si eso pasa—.

No había ironía en su tono de voz, era un comentario sádico para ella misma. Suspira pesadamente escuchando a Alessandro.

—Si vas a sobrevivir. Eres fuerte, no creo que mueras por esperar un par de días—.

—Prueba usando pelucas, también conozco a un buen maquillista.

Soltó indiferente. Extrañamente no contaba con su exótico sentido del humor. Siguió fumando. Estaba ido en sus propios pensamientos.

—Me quedé sin ellos, y mi proveedor no ha aparecido. Así que debo esperar. No sé sí sobreviva.

—Ya lo sé. Serías fácilmente reconocible, querido. Yo por el contrario, soy un blanco fácil—.

Da una larga calada a su cigarrillo, sentada en el suelo mientras miraba al techo.

—¿Y tus cigarrillos especiales? ¿Que sucedió con ellos?—.

—Cuestión de apariencias, Scarlett... Cuestión de apariencias.

Se dedicó a mirar hacia otro lado.
Por él no estaría teniendo que quitarse esa cicatriz. Pero tampoco podía andar con semejante cicatriz, las personas reconocían mejor algún característico en el rostro.
Una herida así era demasiado resaltante.