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Pese al disturbio alrededor Alessandro no se inmutó, por el contrario de una reacción de miedo, una chispa de emoción se veía en sus ojos. Satisfecho quizá.
Parecía haber respondido bien.
—Seguro, Nico Nico, tienes toda la razón. No me necesitas. —La soltó entonces y dándole la espalda siguió camino recto— Estoy seguro que puedes sola. Siempre puedes sola.
Diciendo lo último casi entre risas, y más allá de la alteración de energía en los postes, no hizo más que chasquear los dedos, y en un instante aquél descontrol se había esfumado. Todo de vuelta a la normalidad.
Se volvió una vez más, y su mirada respondía por él. “Veamos cuánto tiempo puedes.”
Parecía haber respondido bien.
—Seguro, Nico Nico, tienes toda la razón. No me necesitas. —La soltó entonces y dándole la espalda siguió camino recto— Estoy seguro que puedes sola. Siempre puedes sola.
Diciendo lo último casi entre risas, y más allá de la alteración de energía en los postes, no hizo más que chasquear los dedos, y en un instante aquél descontrol se había esfumado. Todo de vuelta a la normalidad.
Se volvió una vez más, y su mirada respondía por él. “Veamos cuánto tiempo puedes.”
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