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GenesisMagnusAeternum · 46-50, M
Esencias profanas, corruptas se encargaron del infausto del asentamiento. El ginete galopa suavemente sobre las calles enpolvadas y solitarias llevando consigo el desolador sonido del trote que se pierde en el mutismo del lugar que ya parace más una necrópolis por su silencio y calma de muerte. En el tardío día, casi asomando la noche a un par de horas, el resplandor naranja acecha desde las montañas del horizonte como el ojo endiablado de una criatura que todo lo ve, todo lo sabe pero nada hace ante la desgracia que se cierne sobre dichas civilizaciones envueltas en esa terrible aura Violeta errante por calles, plazas y callejones. Al parecer dicho veneno no solo ha traído enfermedad a las personas más delicadas de salud, sino que se reporta un creciente temor a raiz del supuesto avistamiento de criaturas de especie no terrenal las cuales asolan en ocasiones durante las noches oscuras o los días más solitarios despedazando víctimas o desapareciendolas tras rastros de sangre y violencia. Es por eso que la mayoría del comercio yace cerrado, aunque no todo. Pocas son las personas envalentonadas que circulan por aquellas sendas de peligro voraz e inminente que les acecha en todo momento.

El ginete rubio trató de mantenerse alejado de la colorida neblina tóxica, mantiendieno su paso por calles donde se evidenciaba ausencia de esta. Aunque vagas virutas no demoraron en rozarle detectando con facilidad en su esencia, no un veneno puro producto de la química, sino una oscura esencia mágica que vaga cual partículas pulucionando el aire. Por lo que fue astuta su determinación de liberar un sello de arcadia, dejando el quinto sello activo para así permitirse aumentar la concentración de "valirium" en sus arcas mágicas, su cuerpo mismo, esto de una manera progresiva, mientras trataba de no acercarse mucho a la corrosiva esencia. Pronto llegó a un parque, en cuyo centro hay un poso de agua en desuso. Vio a lo lejos lo que parece ser una taberna, entonces el varón descendió del caballo, dejándolo amarrado a un poste bajo la esperanza de que el miasma maligno lo lo alcanzara mientras el marchaba por la solitaria avenida hasta llegar a las puertas de sitio de festejo. Al abrir las puertas de par a par e ingresar, se deja ver al poco público su sombría figura revestida de una capa negra que le cubre hasta las rodillas ocultando sus atavíos. También lleva un sombrero oscuro y unas atemporales gafas de sol ocultando la realidad turbia de sus ojos.

En el bar había solo dos personas, bueno, cuatro considerando al anciano cantinero y a él mismo, si es que persona se le puede decir para referirse al espectral sujeto. Claramente los otros dos bebedores estaban ya totalmente ebrios, con miradas de desahucio en sus ojos, con un semblante lleno de desesperanza y una notable borrachera encima que los tenía en ese transe efímero donde olvidan sus penas. Seres débiles y lamentables que se esconden tras los placeres del alcohol para huir de la miseria que les abraza. El cantinero, por su parte se notaba que también se había tomando ya sus tragos, aunque se logra entrever que es un viejo fino, de esos buenos bebedores que pueden bogar cerveza de corrido sin llegar a la total ebriedad, y que encima es un tipo de fino carácter al que aunque si le pesa la desgracia sobre su pueblo pero no se deja abatir y abre su taberna para que los entristecidos tengan refugio bajo el néctar del licor.

Génesis se sentó en la barra de chirriante madera, le señalo al cantinero con su dedo la cerveza y la exigió de inmediato dejando enmudecido de asombro al viejo bartender tras oír el terrorífico dueto de voces endemoniada que del "maldito" salen y hacen de algo tan básico como pedir una cerveza, un momento de inquietante horror e incertidumbre. El viejo se quedó mirándolo, atónito, como si su razón buscara explicación al porque de un hombre sale tan infernal vos. Entonces Génesis le dedicó una mirada tras sus lentes y esa amenaza sutil hizo reaccionar al cantinero quien corrió a servirle una jarrada de Rica cerveza.

Paulatinamente el sujeto de fue habituando a la vos del visitante mientras fluía una conversa peculiar sobre lo que acontece en el sitio.

—A decir verdad, yo los he escuchado.

—¿Como suenan?

Miro un momento a Génesis como si algo se reservará hasta que tomando un poco más de confianza explica.

—Cómo tú. Parecen emitir gruñidos como si fueran vestias de otro mundo.

—Ya veo, que buen oído tienes —repuso conforme le dedica una sutil sonrisa ladina e irónica—. Si los has escuchado, significa que han estado cerca. ¿Por qué crees que no te han atacado?

El tabernero se quedó pensando con un semblante de desconcierto. Entonces genesis le concreta.

—¿Les temes?

—No. No lo sé. Hay muchas cosas que a estas alturas de la vida me asombran, más no les temo. O eso creo.

—Me dices que las desapariciones han sido principalmente gente joven, niños y adolescentes.

 
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