61-69, M
El derecho a ser Dios ahora es mío.
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AdaWong1538393 · F
-No lo dudo Albert, has debido estar bastante aburrido. – Apostilló usando ese ronroneo mordaz con el que a veces se expresaba, refiriéndose al estado de vigilancia del que había hecho mención el mayor.
- … Sobre lo demás… - continuó luciendo definitivamente más seria. – Tengo claro que no te gusta correr riesgo, a razón de eso he trabajo para ti durante tanto tiempo… - Se relamió los labios inclinándose ligeramente hacia adelante y ladeando la cabeza en un ángulo suave. – Por esa razón, para mantenerme con vida he tenido que tomar decisiones de último momento, específicas y necesarias, mas sin embargo he cumplido para contigo, si consideras eso saboteo puedes buscar a alguien más Wesker, porque te lo he dicho antes, no juego bajo sus reglas.
Puntualizó ella con esa sempiterna expresión calmada que matizaba con su sarcasmo. Se arregló unos mechos de cabello tras la oreja y arrojó una mirada a su derecha al tiempo en que un mesonero pasaba empujando un carrito repleto de postres. La atención de la mujer puesta tan súbitamente en los dulces y luego su mirada avasalladora hacia el mozo, hizo que este se detuviera mirando a la pareja algo desconcertado, una mujer joven aunque de aspecto experimentado, cuerpo atlético y esbelto, rostro de rasgos finos y un cabello tan reluciente como la seda que envolvía sus curvas y atributos, junto con ese hombre rubio de rostro maduro y sombrío, porte regio, fornido. Ambos muy diferentes de los clichés que veía a diario.
El joven tragó saliva pareciendo notar la tensión en el aire y preguntó entre balbuceos que quiso disimular con simpatía, “si querían algo de lo que ofrecía el carrito”. La agente sonrió inclinándose por la tarta de queso y este se la sirvió aguardando por si el caballero deseaba algo.
La mujer adoptó una postura más relajada aunque aún cargada de toda esa elegancia que la caracterizaba y llevó una porción del postre a sus labios, saboreando la crema y arrojando un vago gemido de satisfacción.
- … Sobre lo demás… - continuó luciendo definitivamente más seria. – Tengo claro que no te gusta correr riesgo, a razón de eso he trabajo para ti durante tanto tiempo… - Se relamió los labios inclinándose ligeramente hacia adelante y ladeando la cabeza en un ángulo suave. – Por esa razón, para mantenerme con vida he tenido que tomar decisiones de último momento, específicas y necesarias, mas sin embargo he cumplido para contigo, si consideras eso saboteo puedes buscar a alguien más Wesker, porque te lo he dicho antes, no juego bajo sus reglas.
Puntualizó ella con esa sempiterna expresión calmada que matizaba con su sarcasmo. Se arregló unos mechos de cabello tras la oreja y arrojó una mirada a su derecha al tiempo en que un mesonero pasaba empujando un carrito repleto de postres. La atención de la mujer puesta tan súbitamente en los dulces y luego su mirada avasalladora hacia el mozo, hizo que este se detuviera mirando a la pareja algo desconcertado, una mujer joven aunque de aspecto experimentado, cuerpo atlético y esbelto, rostro de rasgos finos y un cabello tan reluciente como la seda que envolvía sus curvas y atributos, junto con ese hombre rubio de rostro maduro y sombrío, porte regio, fornido. Ambos muy diferentes de los clichés que veía a diario.
El joven tragó saliva pareciendo notar la tensión en el aire y preguntó entre balbuceos que quiso disimular con simpatía, “si querían algo de lo que ofrecía el carrito”. La agente sonrió inclinándose por la tarta de queso y este se la sirvió aguardando por si el caballero deseaba algo.
La mujer adoptó una postura más relajada aunque aún cargada de toda esa elegancia que la caracterizaba y llevó una porción del postre a sus labios, saboreando la crema y arrojando un vago gemido de satisfacción.