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— ¿Mh? No me di cuenta de en qué momento me quedé dormida.
 
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RsL1574861 · M
— Tal vez solo es un poco distraído. —Tal vez era como él. O es que era totalmente él. Sus manos siguieron con movimientos suaves, lo bastante para cumplir con el propósito de arrullarle, al menos hasta que pudiera descansar tranquilamente y dejar de pensar en toda la oscuridad que su mente poseía.— Estaré aquí siempre, Hanamiya-san. Puede confiar en mí. —Apartó una mano, misma que utilizó para hacerse de una sabana que estaba sobre la cama y la empleó para cubrirla con ella.— Descanse, Hanamiya-san.
— He mirado por diecisiete años y no la he encontrado afuera. —Su voz se volvió más baja, como si el adormecimiento la comenzara a invadir. El calor que le transmitía Regulus era un somnífero. Se aferró más a él, aún sin dejarse arrastrar por la inconsciencia. Quería poder afirmar lo que él decía, pero sería mentira, ella era invisible, siempre siendo puesta en segundo plano, hasta que llegaba el día en que pasaba días en su habitación, al menos cuando su madre estaba en casa se sentía más querida pero últimamente viajaba mucho, así que Regulus era su única compañía.— Me gusta que estés para mí, me siento especial a tu lado. —Confesó y en esa posición se dejó arrastrar por los brazos de morfeo.
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— Quizá hay alguien más allí, pero aún no se ha dado cuenta de ella. Solo debería mirar mejor. —Murmuró. Creyó que, de menos, fuera de aquella casa, debía existir alguna persona que le tomara el mismo aprecio que él a ella, solo que no podía verlo de la manera correcta. Creyó que era imposible existiera una persona que no se pudiera sentir querida pero, incluso para él, resultó extraño.— No, tengo que hacerlo. En realidad, me gusta cuando Hanamiya-san me da más actividades, me aburre un poco solo hacer... Las mismas cosas siempre. —Suspiró. Era tedioso salir, estar en la habitación, mirar todo desde el jardín y permanecer en ese hogar donde parecía que le tenían más aprecio que a su hija. Sus manos volvieron a obrar en los cabellos femeninos, hasta que ella le abrazó y allí mermó el movimiento hasta casi detenerse.— Siempre es un placer, Hanamiya-san.
— Solo a Regulus le importo lo suficiente para que me haga ver mi propio valor, confío mucho en ti. —Confesó. Era torpe y confundía la mayoría de ocasiones las palabras del chico. Pero jamás se le hubiera ocurrido que alguien más se interesara por los traumas que podía tener, sentía que de no ser por Regulus estaría muy sola, en esa casa gigante. Cerró los ojos y se dejó arrullar por las suaves caricias.— No tienes que disculparte, al contrario, debería ser yo quien lo haga. Siempre te estoy causando problemas, poniéndote responsabilidades que no te corresponden. —Se volvió a girar, pero está vez lo podía abrazar y ocultaba su rostro con el abdomen masculino.— Gracias por estar para mí.
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— ¿Eh? No, no. Me refería a que cualquiera debió hacer ver a Hanamiya-san que posee su propio valor. —Corrigió. Un suspiro escapó de su boca, había sido su error que ella malinterpretara todo. Aunque no podía culparlo, a veces sus explicaciones podían ser muy ambiguas ante la carencia de conocimiento. Soltó el aire y se permitió que su mano acariciara un momento las hebras castañas de la mujer, un momento de debilidad o de compasión.— De verdad lo lamento, Hanamiya-san. Perdón por los errores que he cometido hasta ahora y... Que la han hecho fastidiar. —Detuvo su mano, incluso la apartó para apoyarla sobre la cama, a los costados de su propio cuerpo donde las dejó descansar.— Debería ser mejor en esto.
— ¿Cualquier otro? ¿Cualquiera pudo haberme besado? —Cuestionó. Sentía una genuina curiosidad pero a su vez, sentía una profunda desazón. Ahí estaba ese sentimiento de invisibilidad, de solo ser un deber y no una persona importante, a pesar de que él lo seguía repitiendo, estaba en ese punto donde no sabía si era verdad.— Me hizo feliz, no lo dudes, es algo que voy a atesorar toda mi vida. —Un rechazo más, un día más. Era lo que siempre le repetía, no la veía, ¿cómo iba a desarrollar sentimientos por ella cuando la mujer era inexistente para él?— Se vale soñar, una ilusión infantil.
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— Solo intenté hacer lo que cualquier otro debió hacer con Hanamiya-san. Hanamiya-san es importante. —Sonrió. Sus ánimos seguían tan mermados que parecía no comprender realmente por qué es que a ella le dolía tanto esa clase de confesión. Era mejor hablarle con la verdad, no inventar cosas que no existían y, por sobre todo, tampoco destruir esos sentimientos totalmente. Porque tal vez, cuando menos se diera cuenta, él podría llegar a experimentarlos hacia ella. O al menos eso quiso creer— Lo sé, sé que no pueden forzarse, pero en ese caso quizá debí esperar a desarrollar sentimientos así hacia usted. Simplemente creí que si la besaba, haría que se sintiera mejor, Hanamiya-san.
— Ya no me molesta, ya no siento que los decepciono. Lograste que creyera más en mi misma. —Sonrió con alegría, aunque fue una sonrisa sutil, se sentía aceptada, aunque fuera ese mínimo gesto le calentó el corazón. Sin embargo, las palabras que lo precedieron fueron suficientes para apagar todo dentro de ella, no obstante, no dejó que nada se mostrara en su rostro, era un rechazo más que recibía por parte de él.— Los sentimientos no se pueden forzar, no importa cuanto se intente, es algo que nace sin aviso y se adueña por completo. No tienes que disculparte, no hiciste nada mal, incluso tuviste la consideración de regalarme un lindo recuerdo. —Le dolía decir eso, pero era la verdad.
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— Tal vez debería dejar de sentir que decepciona a su padre o los demás. Hanamiya-san, necesita empezar a creer más en sí misma. —Insistió. Mantuvo silencio, aquella caricia en la mejilla le resultó gustosa, incluso cálida ante su tacto. Levantó la mano, la izquierda, para colocar su mano sobre la de ella, donde la presionó suavemente para disfrutar un poco más de aquel calor.— Tal vez debí hacer que fuera más especial, pero para eso debería desarrollar sentimientos hacia Hanamiya-san, los mismos que Hanamiya-san parece tener. —Murmuró. Quizá por un momento había llegado a entender que eso sucedía, que existía algún sentimiento por ahí del cuál no era completamente consciente.— Lo lamento, Hanamiya-san.
— Amo a mi padre, nunca me ha tratado mal, me llama su princesa, pero siempre he sentido que lo decepciono un poco. —Sonrió con un poco de melancolía, era la luz de los ojos de su padre, más por el parecido que tenía con su madre; pero el hijo mayor era su orgullo, aquel que seguiría el legado familiar, un genio que se saltó varios grados y a sus veinticinco años ya tenía un puesto importante en una empresa. Levantó su mano y alcanzó la mejilla masculina. Verlo poner esa expresión le dolió en el corazón. Negó con la cabeza y se relamió.— No hiciste nada mal, tranquilo, solo que esa parte soñadora e infantil de mí deseaba que fuera especial para ambos.

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