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勉強する。ガァー (。-_-。 )
 
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AiriSato · 18-21, F
Escuchaba con atención las palabras del rubio, y le parecía gracioso que eran absolutamente contrarios en ese aspecto.

—Pero justamente eso es lo increíble de las palabras, o de las personas, que nos permiten ejercer esa capacidad de interpretar y de profundizar. Los números son planos, estáticos, ¿qué tiene eso de divertido?— le contra-argumentó sin afán de pelear, más bien haciendo su punto visible y su fascinación por las ciencias sociales y las artes.

No tardaron en llegar a la tienda y la azabache dejó su bicicleta estacionada en su lugar designado. —Haaaaai, dozo.— dijo abriendo la puerta para él, exagerando un ademán para que entrara antes que ella.
les restaba importancia a tal asunto.
—Como digas...—relajó sus hombros, mientras le permitía abrir la puerta y pasar primero, luego saldría Toyo fuera. Con algo de dudas, se tomó su tiempo para responder, antes optando para caminar al menos unos pasos en dirección a la tienda, que estaba a un par de calles. Era algo difícil, ya que ni él solía pensar en esas cosas, además, quizás tenía un sentido que desconocía.

—No es tan complicado...—pensó primero, intentando encontrar una forma de explicarlo—. Los números, y esas cosas, son fáciles de entender: Dos más dos es cuatro, ni más ni menos. Las palabras o las personas son más difíciles, nunca tienes una respuesta correcta. No existe.

Ni sabía si se estaba explicando, ya que como había dicho antes, le costaba mucho expresarse sobre ese asunto, pero al menos denotaba la sinceridad de sus palabras.

—Entonces, solo tienes que saber leer tal cual están, los problemas o ejercicios no tienen más misterio que recordar la lista de compras...—dijo alzando sus hombros, mientra
AiriSato · 18-21, F
—Tsk... ¡Por supuesto que no soy tacaña!— se quejó, mirándolo por sobre su hombro mientras se ponía los zapatos en la entrada del hogar Tanizaki al rubio, con esa mirada impetuosa.

Tomó su bicicleta al salir y esperó a que Toyokuni, quien anunciaba su presencia con el sonido de esa cadena. Esperó a que le abriera la puerta, era lo educado, después de todo, era casa ajena. Y una vez que estuvieron en la calle, dejó salir un largo suspiro.

—¿Cómo es que eres tan bueno en química, Tanizaki? Es demasiado complicado para mí, ¡y vaya que soy buena estudiante!— dijo casi quejándose, pensando en las dificultades que solía tener siempre en esa materia.
—¿Tan pronto? —como si no se hubiera dado cuenta de que las horas habían pasado de cuajo. Se levantó como pudo, mientras notaba lo nervioso que se sentía, era más fácil pelear en pandillas que estar en esta situación. La cadena que pendulaba de su cinturón solía traducir muy bien su nerviosismo al moverse, tampoco tenía mucha hambre o sed, pero por alguna razón; no quería negarse a ir.

Acomodó sus cosas rápidamente, guardo las sobras en el refrigerador y aceptó. Con la misma celeridad que la ajena, buscó salir hasta la calle. Curioso, ya era entrada la tarde pero aún su padre no había llegado. La casa en completo silencio, apenas un reloj marcaba el tiempo mecánicamente.

—Espero que no seas tacaña, tengo gustos caros...—mencionó antes de irse.
AiriSato · 18-21, F
Por primera vez, notó ese pequeño rubor en el rubio, y entendió que no sabía cómo tomar halagos. Eso la hizo volver a expresar una risilla complacida, y en seguida se levantó con el cabello desarreglado y bastante sonriente, mirándole a los ojos, decidiendo no molestarlo al menos por aquella ocasión.

—Ha sido suficiente por hoy, Tanizaki. Vamos, te invitaré algo de la konbini.— se puro de pie de un salto y comenzó a guardar todas sus cosas en su mochila. Una vez que estuvo lista, corrió a la puerta, desde donde lo observó.

—Vamos, ¿qué esperas? ¿quieres que me arrepienta?—
¿Como iba a responder eso? No podía. No al menos de forma certera, tenía miedo de que sus palabras fuesen pura tontería, y eso serían.

—Claro que lo soy, se llama ser un buen lider...—dijo alzando su mano, su pulgar y cerrando sus ojos. Aunque más que por festejar, más que por otra cosa, era para disimular totalmente su vergüenza. El rubor crepitante de sus mejillas era imborrable, y que él recordase, jamás nadie le había halagado de esa manera, ni siquiera sus amigos, ya que no veían en él esas cualidades.

—Pues si...—de forma casi susurrante, entre dudas crepitantes—. Y tú una no tan mala estudiante.
AiriSato · 18-21, F
No podía dejar de alternar sus nerviosos ojos entre las hojas y el rostro de Toyokuni, analizaba casi furiosamente cualquier cambio en este, estaba ansiosa por saber si lo había logrado.

—¿Eh?! Hountou ni?!— cuestionó incrédula, con los ojos bien abiertos. Le quitó las hojas, las analizó y una sonrisa se le iba formando conforme avanzaba en los ejercicios ya revisados. Finalmente, levantó los brazos enérgicamente. —Yatta! ¡Lo logré! ¡No puedo creerlo! —exclamó y se dejó caer hacia atrás, con una sonrisa de lado a lado, entonces giró el rostro hacia él estando recostada.

—Tenlo por seguro. Ahora sólo deberé practicar mucho.— aseguró.— ¿Sabes? Eres absurdamente bueno enseñando, Toyo-kunii. Eso fue inesperado.— dijo con sinceridad y sin afán de molestarle, mirándolo fijamente.
una afluente perdida de tiempo pero ahora, cuando recibió aquella hoja en mano. Cuando vio su dedicación, cuando vio el fervor con el que resolvió y solucionó los problemas pudo intuir que todo, todo su espíritu estaba en esa hoja, así como también, aunque de forma muy breve, el propio. Toyokuni sonrió, muy orgulloso, y su cara habló por si sola.

—Están perfectos, Oni...—dijo con tranquilidad, mientras le devolvía la hoja—. A lo mejor, lo tuyo es la química.

Y tras una breve carcajada, afiló sus ojos.

—Más vale que seas de las primeras de tu clase.
—Como quieras...—dijo finalmente. Las horas pasaban rápido, pese a todo, cuando no estaba con sus amigos todo pasaba absurdamente lento y odiaba estar solo. Era extraño como podía llevarse con ella sin pelearse, sin gritarse, solo trabajando juntos, era muy extraño. Eso no le parecía mosquear demasiado, mientras que simplemente acudió con su boca para comer y beber, pues las neuronas le picaban con solo usarlas después de tanto.

No le quedaba más que ahí, de forma paciente y simple esperar que ella pudiera con todo. Tenía en su interior todo su espíritu en puja para darle esperanza, que pudiera con ello. Pero no iba a darle soluciones simples, ni fáciles, ya que la conocía y en el fondo, muy en el fondo respetaba su ambición, aunque no la entendía en este área. Pero se recordaba así mismo cuando aprendió a pelear, o cosas así.

Intentó verse como un sensei, como esas normas que tanto odiaba de grandeza y también de dedicación, le parecían todas tonterías. Todas le parecían...

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