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AiriSato · 18-21, F
que el rubio le había dado y aquella torpeza la relajó un poco, arrancándole una sonrisa casi nerviosa. Negó con la cabeza ligeramente.

—De acuerdo. Te veré después de la escuela.— exclamó inusualmente alto y la profesora la silenció a la distancia. Se giró hacia su cuaderno y le dijo sin mirarle:

—No llegues tarde y asegúrate de tener buenos refrigerios. ¡Necesitaremos mucha energía!—
AiriSato · 18-21, F
Quizá debía ofenderse, pero no pudo evitar sonreír a medio labio al escucharle decir lo del pacto y al ver el nerviosismo inusual en el rubio. Apretó esa mano llena de anillos con esa fuerza y firmeza tan características de ella, cerrando así el trato.

—Esto es peor, me has vendido tu alma, y eso no se soluciona con que corte un dedo o dos. —bromeó con acidez, alargando su sonrisa y sin soltarle la mano.— Te advierto que soy estricta, no puedes faltar nunca a una sesión de estudio, o te encontraré y te arrastraré, ¿entendido? —le amenazó mirándole de soslayo.

No le pareció raro que Tanizaki le invitara a su casa a estudiar, después de todo, no podía imaginarse estudiando con él en la biblioteca sin que los corrieran porque no serían capaces de estudiar pacíficamente. Entonces, ¿porqué le soltó la mano con un sobresalto después de que dijo eso? Porque se dio cuenta de aquel rubor y sintió que lo mejor sería soltarle. ¿Porqué se sintió tan rara? Escuchó la pobre y lastimosa excusa
de forma tan directa. Era solo una junta de estudios, y de hecho, su padre seguro que estaría muy feliz de que Airi le ayude. Era él mismo quien se sentía presionado, además de asustado por lo que implicaba aquella cuestión, de pronto a Tanizaki Toyokuni le faltaba el aire.

—Yo, ehg...—pensó rápido, lo más rápido—. Tengo que ir a...un lugar.

Que mal que sonaba, a leguas se notaba su excusa.

—Después de clases, podemos empezar...—dijo, una y otra vez afirmando lo que decía—. Revisa sobre isotopos, y compuestos. Empezaremos por eso, si.
—Siento que estoy pactando con un yakuza...—dijo al ver sus remotos cambios, sus idas y vueltas ¿así se veía de extraño cuando también dudaba de todo? Elevó una de sus cejas, mientras espectaba cada movimiento que la mujer hacía, hasta incluso por momentos de verdad se esperaba la agresión de su parte, no fue así por fortuna. Pero sabía que al final, se iba a arrepentir de pactar con Airi sobre esto.

Tras dudar unos segundos, extendió su mano entre anillos y adornos para estrecharla con ligera fuerza, se sentía algo intimidado porque solo Airi podía ir de colegiala a Oni, y de Oni a Yakuza.

—Nada que hacerle, es lo que hay...—decía algo resignado, mientras se separaba de ella. Hasta de pie se puso, antes de arrepentirse de tan rara idea—. Puedes venir a mi casa si quieres, nunca hay nadie, así nadie molestará.

Pero, al momento de decir eso la cara le explotó ¡¿Por que reaccionaba así?! Parecía fiebre de repente, pero claro, jamás había invitado a otra chica a su casa, mucho me
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al frente a regañadientes.

—Entonces... ¿Qué dices, Tanizaki? ¿Tenemos un trato?— cuestionó con una incomodidad visible y una rigidez anormal en la mano que le ofrecía, como quien se esfuerza con todo lo que tiene por preservar su orgullo.
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Lo veía en esa expresión de resignación. Estaba a punto de ceder, alargó su sonrisa aún más ladina que antes, satisfecha por que sentía que lograría lo que quería. Pero el rubio, como pocas personas, tenía la habilidad de sacarla de sus casillas con tan sólo un par de palabras y su semblante se contorción de nuevo en enfado visible. Estuvo a punto de tomarlo por la solapa de su suelto saco y amenazarlo cuando escuchó ese tono burlón, pero se contuvo cuando vio el cambio de semblante de Tanizaki. Nunca le había visto serio, y esa soltura y honestidad sobre su situación la tomó desprevenida. Por un momento, quedó en blanco, y sólo pudo parpadear un par de veces.

Se había echado al frente con toda la intención de atacarle, pero entonces dejó salir un suspiro y regresó al respaldo de su silla, cruzándose de brazos y mirándole fijamente por unos segundos.

—Bueno, la solución es sencilla. Sólo debemos hacer un trato y ser disciplinados.— agregó con la misma seriedad y le extendió la ma
—Tsk...—dijo, como si no lo hubiera pensado. Pero la tonta Oni tenía que dar el primer paso, las dos cosas eran igual de humillantes para el, pedir y que le pidan, pero la esperanza estaba en que le pidiera primero ¡pero ni así podía hacerlo sonar bien! Sabía que las notas de Airi eran muy buenas en casi todo, en química y en matemáticas se notaba una diferencia, pero se esforzaba, pues sin tener facilidad recordaba haberla visto bastante arriba en la pared de notas. Suspiró, mientras continuaba rascándose.

—No sabes enseñar, te enfadarás y me golpearas...—dijo con esa sonrisa, que bien retrataba las siguientes palabras— Gorila...—suspiró, mientras parpadeaba adredemente, relajando sus hombros— Y por mi parte, todavía no se enseñarle a onis, tendría que llamar a un exorcista primero ¿no?

Aún así, por primera vez se puso serio.

—Pero no tengo otra opción, si me va mal en los exámenes, me expulsaran.
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—REN-DIR-SE.— dijo en sílabas que pretendían hacer aún más énfasis en su provocación y en el hecho de que no el rubio podía argumentar otra cosa. Lo miró sentarse de reojo y se quedó observándole fijamente, analizando cada uno de sus movimientos. Tanizaki era bastante predecible, pensó, pues sabía exactamente lo que debía de estar pasando por su cabeza. Sabía que siempre fingía que nada le importaba, pero si no estuviese preocupado, no se hubiese sentado ahí, dubitativo.

—Mattaku... De verdad que eres idiota, Tanizaki. —le acusó con impaciencia y se volvió a cruzar de brazos, mirándole con fastidio. Le había sacado de sus casillas estando en ese silencio torpe, tan sólo vislumbrando sus tics de preocupación.— Sólo debemos de hacer un intercambio y los dos podremos lograr nuestros objetivos. —dijo aquello esperando a que el rubio entendiera su insinuación.
—Aja, nada que hacer. No pienso leer nada de esos textos aburridos...—se sentó sin decir más nada, se cruzó de brazos en esa postura inamovible. Donde algunos mechones rebeldes rubios caían por su frente, a lindes de ese rostro juvenil de ojos celestes, concentrados en mirar la mesa como si eso le fuera a dar respuesta; su típica estrategia del pensar y de entender las cosas.

Solo cada tanto chasqueaba su lengua, o se quejaba sonoramente, o se acomodaba y reacomodaba alguno de sus aretes. No sonreía, solo se quedaba ahí esperando que las respuestas llegasen a su mente.

—No es rendirse, es no competir...—dijo finalmente.
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En vez de sobresaltarse, estuvo a punto de reírse al ver la escena; aquel desplante y el regaño de la profesora. Y luego, por supuesto, ese enojo casi infantil que le invadía el semblante al rubio. ¡Era tan buena en esto! Lo tenía donde quería. Aunque no pudo evitar que su rostro se contorsionara ligeramente al escucharle decir aquello que delataba sus deficiencias en química. Sus dosas nasales se ampliaron y sus labios se fruncieron ligeramente sin dejar de sonreír.

—Ah, tenemos un resignado perdedor. ¿Tan fácil te rindes?— le molestó mirándole de soslayo y con una sonrisa ladina, tenía el rostro recargado sobre una de sus manos y una pierna cruzada sobre la otra, moviendo el pie que colgaba por encima.

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