— Frunció el ceño un poco más, sentía como si le estuvieran tomando el pelo y eso no era buena señal para nada, todo lo contrario, era un muy mal augurio. Dio pasos cortos pero veloces hasta quedar en medio de los involucrados en la pelea. — Ese es precisamente el problema, ya levántate antes de que aumente tu sanción. — Observó de reojo al estudiante en el suelo, podía reconocer que era uno de esos chicos problemáticos. — No quiero que esto llegue hasta tus tutores, así que dime qué es lo que pasó.

—La azabache seguía sin ceder; tenía bien prensado a aquel adolescente que se había atrevido a ofender al equipo de baseball. Una voz la alertó, pero tan solo miró de reojo, en dirección a quién parecía ser un senpai.— ¿Pelea? Esto no podría ser llamado una pelea, lo tengo todo controlado. —dijo sin exagerar, pues el adolescente estaba completamente sometido, intentando en vano librarse de ella.—

Gritos, insultos, fuertes y estruendosos sonidos, todas esas cosas eran el indicio de un conflicto, fueron lo que lo llevaron a asomar su cabeza por la ventana de su salón, el cual se encontraba en el último piso del instituto.

Al ver que no se equivocaba rápidamente bajó las escaleras hacia el lugar del acontecimiento, afortunadamente no le tomó demasiado tiempo.

— ¿Qué está ocurriendo aquí? Saben bien que no se puede pelear en la escuela. —