—Una punzada le recorrió la espina dorsal con el comentario agudo que le lanzó el rubio. Se incorporó en automático, quedando sentada en el pasto, dándole la espalda. Apretó los puños al frente, en otras circunstancias, habría perdido la paciencia, se habría enfurecido, le habría gritado, y le hubiera amenazado con golpearle. Pero la acusación resonó en sus adentros, y estaba cabizbaja.— ¿Y tú no sabes sobre el tema? Tsk! Así que por eso lo evades. —le acuso ella a él en un acto defensivo, mientras se ponía de pie.— Da igual, no tienes qué explicarme nada. Si lo tienes todo claro y estás seguro que el camino por el que llevas a todos no los dañará, entonces haz lo que quieras. —acotó con seriedad, y se quedó ahí parada, con el viento meciendo su falda y su cabello.—