Es la primera línea de defensa natural para el país: ningún invasor ha logrado pasar más allá de Rudenī, con ejércitos enteros pereciendo sin remedio bajo arcos y emboscadas.

Finalmente, guiado por la Luz, uno lograría encontrar el sendero que va abriéndose en la espesura, flanqueado por matorrales en perpetuo marchitar que también exhiben los mismos tonos vetustos de la naturaleza perdiendo la vida; aunque esto jamás sucede, pues Rudenī - la Puerta Marchita, la primera de las cuatro regiones que componen Lothlórien - existe en un ocaso perenne, suspendido en una temperatura fría y días más cortos: el tiempo parece existir a su antojo según la región del país donde uno se encuentre. En Rudenī solo se hallan pueblos dispersos, asentamientos entre las inmensas extensiones de bosque, y puestos de avanzada donde los vigías expertos, fundiéndose con la foresta, permanecen atentos por si alguien logra burlar los misterios de la fronda exterior, penetrando sin permiso en los territorios de Lothlórien.

Lothlórien es el reino del Lejano poniente, localizado a orillas del continente. El territorio en gran parte aún inexplorado que se halla a sus afueras está cubierto por vegetación, y solamente quienes posean un cristal especial que se obtiene en el pico más alto de Lothlórien, conocido como Luz del Hogar, puede hallar su camino entre los árboles. A medida que el viajero en busca de la Puerta - la única entrada "oficial" de Lothlórien, tallada con magia en una secoya milenaria - llega a las lindes del país, el clima se vuelve templado. Los árboles se engalanan de café y amarillo, sus hojas recubren el suelo y la hierba cruje bajo las pisadas del profano; sin embargo, las copas nunca se hallan desnudas, para siempre pobladas con los recuerdos otoñales que prometen el invierno, uno que jamás llega.