26-30, F
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GenevieveLGuerin · F
La noche, a pesar de intentar recrear el invierno más crudo del mundo, era espléndida. Por los ventanales de aquella galería detrás de la muchacha frente a ella, el baile de los copos de nieve desplazándose en el aire y entremezclándose entre ellos, la distrajeron un segundo de recordar la calefacción óptima que Beuxbatoms contaba en todos y cada uno de sus recovecos.
La función había terminado, la había descubierto; cerró su abrigo lo más que pudo y sonrío festejando su curiosidad, a pesar de notar cierto prejuicio hacia su escuela. —Suenas como si fuesen incompatibles. —Concluyó negando con la cabeza y rompiendo el momentáneo silencio que las había envuelto, tomándose unos segundos para observarla con detenimiento a pesar de la escasa luz de sus alrededores. Los estereotipos entre escuelas le resultaban una estupidez, uno no podía elegir ni dónde nacía ni a qué escuela era asignado, si es que tenía la suerte de finalmente acceder a una plaza.

Tal vez una pequeño comentario pasivo agresivo hubiese escapado de sus labios o le hubiese revelado la verdad de lo que realmente pretendía hacer esa noche. Pero cuando gracilmente apoyó una mano sobre el piel de la estatua para balancear su peso, no tuvo tiempo de emitir palabra. Sus movimientos pusieron en funcionamiento un mecanismo a simple vista oculto, que no hizo más que abrir la pared sobre la que estaba apoyada, haciéndola caer hacia atrás. La entrada del tan buscado pasadizo, había sido descubierta de una manera tan accidental que a otra persona quizá le daría vergüenza contarlo como anécdota, pero Gigi estaba tan emocionada que incluso en el suelo, cuando comprendió lo que sucedió, sus ojos comenzaron a brillar como si estuviesen de pequeñas estrellas fugaces. Había pocas cosas que la emocionaran, pero los inicios inciertos eran una de ellas.
Se puso de pié con una rapidez sobrehumana impulsada por la emoción del momento y extendió sus brazos cubriendo la totalidad del túnel. —La respuesta a tu pregunta. ¿Vienes? —La invitó mientras se daba vuelta sobre sus pies y amagaba por avanzar, no iba a darle demasiado tiempo para pensar. Agitó su varita y unas mariposas de luz revolotearon frente a ella, iluminando el estrecho camino que no parecía, a simple vista, tener fin.
La función había terminado, la había descubierto; cerró su abrigo lo más que pudo y sonrío festejando su curiosidad, a pesar de notar cierto prejuicio hacia su escuela. —Suenas como si fuesen incompatibles. —Concluyó negando con la cabeza y rompiendo el momentáneo silencio que las había envuelto, tomándose unos segundos para observarla con detenimiento a pesar de la escasa luz de sus alrededores. Los estereotipos entre escuelas le resultaban una estupidez, uno no podía elegir ni dónde nacía ni a qué escuela era asignado, si es que tenía la suerte de finalmente acceder a una plaza.

Tal vez una pequeño comentario pasivo agresivo hubiese escapado de sus labios o le hubiese revelado la verdad de lo que realmente pretendía hacer esa noche. Pero cuando gracilmente apoyó una mano sobre el piel de la estatua para balancear su peso, no tuvo tiempo de emitir palabra. Sus movimientos pusieron en funcionamiento un mecanismo a simple vista oculto, que no hizo más que abrir la pared sobre la que estaba apoyada, haciéndola caer hacia atrás. La entrada del tan buscado pasadizo, había sido descubierta de una manera tan accidental que a otra persona quizá le daría vergüenza contarlo como anécdota, pero Gigi estaba tan emocionada que incluso en el suelo, cuando comprendió lo que sucedió, sus ojos comenzaron a brillar como si estuviesen de pequeñas estrellas fugaces. Había pocas cosas que la emocionaran, pero los inicios inciertos eran una de ellas.
Se puso de pié con una rapidez sobrehumana impulsada por la emoción del momento y extendió sus brazos cubriendo la totalidad del túnel. —La respuesta a tu pregunta. ¿Vienes? —La invitó mientras se daba vuelta sobre sus pies y amagaba por avanzar, no iba a darle demasiado tiempo para pensar. Agitó su varita y unas mariposas de luz revolotearon frente a ella, iluminando el estrecho camino que no parecía, a simple vista, tener fin.