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El Cerebro de Asgard.
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DV1557272 · 31-35, M
- La lealtad de Mime por su tierra, su deidad y la voz de ésta en la tierra se imponen sobre cualquier otro concepto; además, Mime había buscando en la música una forma de expiar su pasado y encontrarse un paso más allá de la humanidad al abandonar sus emociones, aunque por paradójico que fuese, pues rasgos de distimia acompañaban su forma de ser. No podía jamás fiarse de alguien como Alberich, pero tal vez ese vínculo por Asgard y los ancestros de ambos hacía que no pudiese verlo como alguien a repeler. Cuando tomaba su arpa en posición para disponerse a tocar, Eta irradiaba un parpadeante brillo en lo alto de las estrellas adyacentes a la Osa Mayor, siendo así el preambulo del requiem que le ofrecería para suplir ese capricho del pelirojo de esmeralda miraba; ahora bien, conocía aquel mito del santo de plata cuyo poder se equiparaba al de los caballeros de oro, pero Mime jamás abandonaría su misión en Asgard por seguir a la muerte de un ser querido, ese era el punto que impedía cualquier comparación con el héroe griego. Calló frente a ese comentario, pero no se guardaba sus palabras frente al concierto que daría para su ahora audiencia.

Tienes una lengua que puede ser más contundente que la lanza de Gungnir o esa espada que empuñas. Si tanto deseas escuchar la última melodía, la que guía al fatídico destino, entonces no te negaré la oportunidad de escucharlo.

Respiró hondo, cruzó los dedos de la diestra tocando las siete cuerdas de golpe y el acorde comenzaba como los puntos más altos de la instrumental de una ópera. El alcance de ese sonido era perfectamente percibible para aquellos que estuviesen en ese escaso diámetro, y aunque no fuese un sonido que se pueda prolongar en una extensión mayor, podía causar que cualquier cuerpo pudiese estremecerse, encontrar un rapport entre lo fisiológico y lo emocional, causar respuestas en el organismo únicas, cada quien vive una experiencia diferente e individual al escuchar el acorde de Mime.




El frenético ritmo se pausaba y tomaba calma, avanza lento como si esa interpretación tuviese el fin de contar una historia, cualquiera que pudiese imaginar su contra-parte y compañero de armas. Retrató la tristeza azul de Asgard, lugar donde todos tenían algo que narrar y construir memoria en colectivo, solo impregnó su cosmos en cada cuerda para dar un espectáculo mayor, verse sublime como el artista que podía ser, incluso al lado de alguien que desprende una sensación espectral. El sonido viajó gracias a las olas de viento gélido y revotaba entre los árboles, una acústica natural se ofrece para Mime y compañía. -