Iban a ahogarlo con semejante ternura, le ablandaban el alma. ¡Las mejillas sonrosadas de una, su berrinche, más las mejillas sonrosadas de la otra con su vergüenza jovial! ¿A cuál besaría primero? Debilidad es debilidad, así que sostuvo las mejillas de su hermana para besar dulcemente en la coronilla de su cabeza.

—Pobre desgracia la tuya, que no aceptas tus sentimientos a pesar de que brillan ante nosotros. ¿No es así? Yuki —dijo aquel nombre con lentitud, abrazándose a la rubia apesadumbrada y apoyando sobre ella, y sobre donde antes había besado, su propia mejilla. Así le era fácil dirigir sus rojizos ojos a la que acababa de conocer, tan encantadora doncella. De hecho, no acabó pronto con la magia de su carisma; extendió la diestra hacia su nueva amiga—. Únete al abrazo familiar, por favor, y déjame sumarte al hogar entre mis brazos. Mi hermana es terca, torpe y nos necesita.

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