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Ariadnae no supo cuántas fueron las noches que pasó llorando la muerte de su hijo en brazos de su amado. Algo dentro de ella había desaparecido, una pieza importante, el amor más grande y puro que la vida le había permitido sentir. Estaba vacía y sabía que jamás iba a volver a sentirse completa sin él.
 
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[code]—Amor mío... —Comenzó, deteniéndose casi de inmediato; ¿qué podría decir que no hubiera expresado en otras tantas noches? ¿Habría palabras que lograran aliviar siquiera un poco el corazón de su amada? Pero se lo debía, tenía que intentarlo: era lo menos que podía hacer. —Lo sé... También los extraño tanto... —Si bien Leonidas había fallecido, de Andrei no había tenido noticias desde hacía más de un siglo, aunque sus informantes en los círculos místicos filtraban algún rumor sobre él de vez en vez. Pensando en ello, Jules tomó una decisión. Se separó un poco para dejar un beso en la frente de su mujer, antes de volver a atraerla y susurrar, intentando que su voz sonara firme y cálida. —Buscaré a Andrei... Es hora de que sepa la verdad.[/code]
 
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