La pequeña pero macabra sonrisa que adornaba su rostro se borró cuando escuchó los lamentos de su dulce melliza. Podía quebrarlo en mil pedazos el saberla tan triste y aquello también tomó su espacio en el cúmulo de cosas oscuras que llevaba en su pecho.

Se giró para verla y le habló sin usar su voz, pues no quería que los vasallos escucharan nada de lo que tenía por decirle.

"Cœur... J'aime mon ange, Eve. Je l'aime profondément, et plus douloureusement que je ne l'aurais jamais cru. Mais mon ange n'est pas à moi."

Y eso fue todo lo que le dijo. A ella le confiaría su vida y su destino sin arrepentirse, pero jamás un secreto de Adrael que pusiera en peligro su seguridad. Sólo él tenía por seguro que no sucumbiría bajo ninguna presión o tortura si éstas se usaran para hacerle hablar.