que tenían, no podía evitar sentirse abrumado, pero tampoco quería detener nada de lo que estaba pasando, no cuando se trataba de Armand, de ese mismo hombre que desde hacía muchos años atrás le había provocado sensaciones y sentimientos poco comprensibles al principio, pero que con los años se fueron definiendo.

—Tu peux le faire... Yo... También deseo eso...— Confesó finalmente, avergonzando en parte por codiciar ese tipo de afectos por parte ajena, no se sentía merecedor de ellos.

Tan rápido como esperaba, Armand se encargó de llevarlo hasta una agradable habitación para pasar el día, aunque si debía ser sincero no tenía sueño, ni siquiera se sentía del todo cansado puesto que sus horarios de descanso siempre habían sido un total desastre, desde hacía ya muchos años, quizás desde que era niño y tal parecía que su hermano sufría de la misma condición pues sus intenciones se revelaron y no eran las de dormir.

Recibió aquel beso sin oponer resistencia alguna pero esa mordida lo hizo dar un leve respingo por lo inesperada que fue y entonces que su cuerpo se vio asaltado por el tacto ajeno, por esas manos que se aventuraban debajo de su ropa, haciendo que su piel se erizará, jadeó sutilmente mientras la voz de Armand llenaba sus oídos y agudizaba sus sentidos —A-Armand.. — Musitó tremulamente, por un momento quiso alejarlo, más por impulso que por deseo, pero contuvo esa reacción con una contraria, pues sus brazos rodearon al mayor para no romper la cercanía que..

Como si le fuese imposible despegar sus manos de la piel de él, una de ellas descendió por su nuca y la otra hacia su cintura, deslizándose bajo su camisa. —Quiero que estés conmigo toda la mañana, pero no seré capaz de dormir. —De nuevo buscando su cuello, dejó en este un camino de besos que incluyeron el roce de sus dientes y de su lengua en cada uno, llenándose del sabor de su piel—. Todo lo que quiero es probar cada parte de ti, mon ange.

Aunque el abrazo del menor y la cercanía de su aroma eran como encontrar esa posición de total placer y comodidad que no se quiere abandonar, se separó de él para tomarlo en brazos, haciendo su camino a la habitación tan corto como lo fue entrar a través de la ventana abierta; sin pasar por la entrada, sin encontrarse con nadie que perturbara la soledad que tanto le gustaba tener con Adrael.

Adentrándose en la habitación, lo dejó con cuidado en el suelo y cerró las pesadas cortinas para que la luz del día no entrara. Chasqueó sus dedos y un par de lámparas a lo lado de la cómoda se iluminaron ténuemente y sólo con eso ya no fue penumbra total, pero tampoco fue claridad.

Girándose de nuevo hacia el menor, llevó sus manos a su rostro y lo acarició y lo alzó, justo antes de dejar otro beso en el que mordió con ligereza el inferior ajeno, tironeándolo antes de romper el beso. —Tengo un problema, mon amour...

Lo estrechó contra si cuando se refugió en su cuello, sentirlo tan cerca era agradable, podía percibir su aroma llenar su nariz, incluso el sonido de su voz reverberando en su oído, Armand era su lugar seguro en muchos sentidos, su punto de estabilidad más grande y era demasiado consciente de que si él y el resto de sus hermanos su vida habría sido un infierno insoportable.

Se estremeció con ligereza ante su susurro, sus ojos observaron en la ventana más cercana como el cielo comenzaba a clarear anunciando la llegada del amanecer, aún si quisiera no podía irse, pero de igual manera no lo deseaba, no cuando estaba en un momento tan agradable con el mayor después de extrañarlo por tantos días.

—Si... me quedaré contigo— Respondió, esbozando una sonrisa suave, recargando su cabeza contra la ajena —Ya va a amanecer, quedémonos aquí, Armand—

Tenía el poder de hacerle olvidar malestares y la existencia de terceros una vez que le dedicaba esa dulce mirada. Siempre había sido ellos dos desde pequeños y luego, en otro plano, el resto de sus vidas.

—Je t'aime infiniment, mon ange. —Musitó igualmente antes de sonreír. Apegado por completo a su cuerpo, hundió por un momento su rostro en su cuello e inhaló despacio ese aroma, otra vez era puramente su aroma, al que estaba acostumbrado, el que le traía calma, y ahora enviaba electricidad por su cuerpo.

Ya se acercaba la hora del amanecer. Se acercó a su oído y allí le habló muy bajo, como si ni siquiera los cadáveres tuvieran que enterarse de lo que quería hablar con él. —Duerme conmigo hoy. Aquí o en tu habitación en el hogar de Derek, donde quieras estar… quédate conmigo toda la mañana.

cálido, reconfortante, recibir las atenciones pelinegro, recibir su amor, siempre lograba estabilizar mucho en su cabeza. Cerró sus ojos, rodeó el cuello ajeno con sus brazos y con ello mismo se apegó aún más a él, no tenía la más mínima intención de huir de esos besos, sino todo lo contrario, los quería, porque si algo había aprendido con Alí y su encuentro, era a identificar cuan deseoso podía llegar a sentirse con alguien, cuan necesitado estaba de ese tipo de muestras de amor.

Y también se había dado cuenta de otra cosa de suma importancia, sus sentimientos hacia Alí y hacia Armand no eran tan diferentes, de hecho, casi podía decir que los percibía iguales salvo por el añadido de que uno de ellos era su hermano —Je t'adore... Armand— Musitó cuando sus labios fueron liberados tras aquel profundo contacto que le arrancó el aliento y coloreó su rostro de un precioso color carmín.

No lo esperaba, pensaba que seguiría su baile con aquel cadáver un momento más, pero al ver como lanzaba el cuerpo con desdén hacia un lado y se acercaba para ofrecerle tomar el puesto de su pareja, sintió una calidez indescriptible en ese momento, sobre todo por la manera en que esos ojos tan preciosos le estaban mirando. Tomó su mano y se dejó llevar, no era un experto bailarín pero si podía imitar al menos los movimientos del mayor. Y su voz, la manera en que le cantaba, en que profesaba tanto cariño en la letra de aquella pieza que no necesariamente conocía en original, pero si había escuchado alguna vez en los labios de Armand.

Se sentía flotar mientras se movían al compás de una melodía imaginaria, sorteando los cuerpos regados, remanentes de la reciente masacre cometida por su adorado familiar —Armand...— Murmuró su nombre, pero no dijo más, no por carecer de palabras sino porque sus labios fueron acallados por los ajenos en un beso suave, al cual siguió otro igual de dulce(.

Se inclinó hacia él buscando sus labios y sobre ellos cantó en un susurro: —Embrasse-moi —lo besó una vez—, embrasse-moi encore... —lo besó una segunda vez. Y antes de ser capaz de terminar el verso, volvió a besar sus labios, rodeando su cintura con ambos brazos y deteniendo por completo los movimientos de sus pies. La necesidad de hacerlo le llevó a profundizar el beso sin más miramiento.

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Sus propias mejillas se notaban ligeramente enrojecidas sobre su pálida piel y su ebria sonrisa hacía parecer que nada de lo que sentía en su pecho le estaba agobiando. Mientras cantaba y danzaba, frotaba con suavidad su rostro contra la cabellera de la muerta, casi como si lo hiciera con cariño.

Pero cuando se hizo consciente de la presencia de su hermano, arrojó el cuerpo inerte a un lado con total desidia y extendió su siniestra hacia él, invitándolo ahora a ser su pareja.



Le cantó con suavidad y cuando tuvo su mano, rodeó su cintura con la otra y siguió bailando con la mirada más cálida fija en los siempre inocentes ojos de Adrael.



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