Su expresión reflejó lo que sentía en ese momento, la más inmensa preocupación hacia su mellizo, pues no solo era por lo que expresaba abiertamente sino por esa ira incontenible que podía percibir creciendo en su interior, tan opresiva y frustrante que le hacía doler el pecho, sus ojos temblaron, sus manos se movieron inquietas hasta el cabello de Armand, pasando sus dedos entre este con delicadas caricias mientras observas directamente a ese par de orbes de oro líquido que lanzaban destellos feroces, sedientos de sangre.

—Tal es la gravedad que te ha quitado la confianza en mi...— No era una reclamo, tuvo cuidado en que no sonara así con el tono de su voz, pero no podía evitar sentirse sumamente afligida al saber que aquel con quién compartía tanto se estaba cerrando a ella —Armand... mon prince, mon autre moitié— No sabía que decirle, ni como dejarle ver qué ella estaba ahí para él sin importar nada, incluso en las peores situaciones, en la más podrida de las circunstancias.

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