Había llegado de una larga noche de cacería y, por supuesto, no podía olvidarse de su hermano menor. Ahora que salía el sol era momento de dormir, pero no sin antes brindarle la cena. Lo particular era que parecía no llevar nada en sus manos.
Temblorosos incluso sus ojos se blanquearon cuando volvió a suspirar, jadear y tragar en seco. Un escalofrío le invadió todo el cuerpo y su instinto más bajo, al saber que era Adrael quien bebía su esencia, provocó alguna otra fuerte sensación que le contrajo el abdomen por un momento.
—N-ngh... A...drá...
Al sentirle limpiar la herida y apartarse de su cuello, buscó su rostro. Estaba manchado y la sangre goteaba de sus labios. Impulsado por su instinto y un deseo enorme, lamió toda la sangre excedente, pasando su lengua y por ende, ese adorno de metal en la misma, por su barbilla, sus comisuras y sus labios, bebiéndola y terminando por besar sus labios, superficialmente, pero no por ello menos pasional.
Fue paulatina su separación, pero quedó cercano, juntando sus frentes y rozando sus narices.
