Solo la punta de su lengua recorrió cada labio cuando los tuvo a cada uno entre los suyos. Por primera vez probaba el sabor de su hermano y podía serle tan adictivo como la sangre.

Cuando dejó sus labios, pasó directamente a un costado de su cuello, dejando un camino de besos lento por toda su extensión, y por último una mordida, tan suave que solo fue un roce profundo de sus colmillos.

—Jamás has sido un desperdicio. Te lo dije, yo te conozco más que él. Tu es un trésor pour moi, Adrá.

—N-no es necesario... Aún no decido si me disgusta...— Sintió el toque de su nuca y se le erizó ligeramente la piel de esa zona, acomodó su cuerpo sobre el ajeno y pasó sus brazos encima de sus hombros.

—... ¿De verdad puedo comer tanto como hoy? ¿No es un desperdicio?— Era una pregunta sincera, le habían dicho por tanto tiempo que no merecía más que el mínimo así que no pudo evitar pensar en ello.

Más tendría que esperar por esa respuesta, pues sus labios volvieron a ser tomados por los ajenos, se sentía cálido incluso pese a lo fríos que eran los cuerpos de ambos e instintivamente se aferró un poco más a él.

Amplió su sonrisa y ladeó un poco su rostro, no pudiendo evitar divertidas y tiernas las particularidades de su menor.

—Siempre puedo quitármela para ti.

Llevó una mano a acariciar su nuca, mientras observaba la piel de su rostro. Al tacto, su piel estaba muy suave, tersa y se veía rozagante.

—Me gusta verte así, mon ange. Seguiré alimentándote y asegurándome de mantener tu semblante de esta manera.

Se inclinó para juntar sus labios una vez más, por un tiempo más prolongado.

Ambas acciones lograron emocionar sus sentidos, ya de por si extasiados gracias al aumento de energía que el haber bebido de manera tan abundante y claro, había una obvia mejoría en su estado físico, pues no solo de veía más enérgico, sino que su piel denotaba mayor color, se veía sana, casi viva considerando lo que ellos eran.

—Hm... Lo primero... Aún no se si me agrada como se siente esa pieza— Señaló mientras su dedo índice tocaba el labio inferior de Armand, se refería claro al piercing de su lengua, mismo que le causaba ciertos conflictos puesto que no lo odiaba, pero tampoco sabía si le agradaba.

Su petición lo hizo sonreír en seguida y abrazar más su cuerpo. Todavía se encontraba afectado por haber alimentado a Adrael, pero se sentía como si le hubiese pedido hacer su cosa favorita en el mundo, aunque recién se enteraba de que era esa.

—¿Qué quieres que haga? ¿Esto? —Dio un nuevo beso a sus labios, atrapando uno de ellos entre los propios con suavidad y de forma pausada, antes de liberarlo—. ¿O esto? —Dio otra lamida a ambos labios, mucho más suave que las anteriores.

Tuvo una mezcla de sensaciones difícil de entender para él, por un lado estaba un poco consternado, Armand ya había pasado sus límites de contacto en varias ocasiones y si debía ser sincero lo permitía debido a esos sentimientos que tenía hacia él, algo diferente a la adoración que sentía por el resto de sus hermanos —Armand...—

Sin embargo en ese momento, sentir su lengua limpiando su rostro le hizo vibrar, sobre todo cada que sentía la frialdad de la pieza que atravesaba ese músculo, aunque no se alejó de removía un poco inquieto contra el cuerpo del mayor y cuando sus labios se juntaron fue como si todo se detuviera, cerró sus ojos y entreabrió su boca mientras recibía ese gesto cariñoso que no se sentía tan invasivo cómo creyó que podría ser.

—... Je resterai...— Respondió finalmente cuando sus labios dejaron de sentirlo y sus palabras llegaron a sus oídos, suspiró con ligereza, mientras sopesaba un poco todo lo que había pasado esa noche —¿Puedes hacer... Eso de nuevo?—

Temblorosos incluso sus ojos se blanquearon cuando volvió a suspirar, jadear y tragar en seco. Un escalofrío le invadió todo el cuerpo y su instinto más bajo, al saber que era Adrael quien bebía su esencia, provocó alguna otra fuerte sensación que le contrajo el abdomen por un momento.

—N-ngh... A...drá...

Al sentirle limpiar la herida y apartarse de su cuello, buscó su rostro. Estaba manchado y la sangre goteaba de sus labios. Impulsado por su instinto y un deseo enorme, lamió toda la sangre excedente, pasando su lengua y por ende, ese adorno de metal en la misma, por su barbilla, sus comisuras y sus labios, bebiéndola y terminando por besar sus labios, superficialmente, pero no por ello menos pasional.

Fue paulatina su separación, pero quedó cercano, juntando sus frentes y rozando sus narices.

—Je t'aime... S'il te plaît, reste ici.

Sus manos se aferraron a la ropa ajena mientras hundía su rostro en su cuello, podía sentir toda esa energía entrando en su ser, similar a una corriente eléctrica que incluso me generaba un cosquilleo en la espina dorsal, casi parecía fuera de si pero al mismo tiempo sus sentidos se habla agudizado, por lo que incluso fue capaz de percibir el jadeo de su hermano.

—Mngh...— Cerró sus ojos, bebiendo un poco más antes de finalmente separarse un poco, aunque con mucho trabajo, de esa herida sanguinolenta, su cuerpo temblaba con ligereza mientras dejaba escapar suaves jadeos —Cr-creo... Que ya... Es demasiado...— Por supuesto que no estaba acostumbrado a beber tanta cantidad de una sola sentada, mucho menos extraerla de alguien directamente, así que procesar todas esas sensaciones le estaba costando.

Aún pese a lo anterior no quería apartarse todavía de dónde estaba, encima de su hermano, tan cerca suyo y rodeado con sus brazos —Merci... Armand...— Murmuró antes de pasar su lengua por

Nunca estaba de ese lado de la alimentación y entendía perfectamente el estado sediento de Adrael, así que lo ayudó a acomodarse, abrazando su cuerpo y sosteniendo uno de sus muslos.

—Hh-mhn...

Tragaba en seco al sentir como succionaba su fuerza vital a borbotones. Tenía excesiva, no lo debilitaba, pero no por ello su cuerpo dejaba de reaccionar a ello. Entreabrió sus labios y jadeó por lo bajo antes de poder hablar.

—Adrá... bebe lo que necesites, mon ange.

Le costó demasiado ser paciente, le suplicó con la mirada que lo dejara seguir bebiendo pero tuvo que contener el impulso de aferrarse de nuevo a su brazo, pronto entendió lo que Armand pretendía y tragó grueso, no recordaba la última vez que había mordido el cuello de alguien.

Su rostro se había cubierto de un notorio rubor y apenas tuvo el "permiso" llevó sus labios a esa herida abierta, con tal desespero que empujó el cuerpo del mayor contra la cabecera y se acomodó como pudo sobre él.