El llanto cesó automáticamente en cuanto tuvo ese maní nuevamente con ella. Lo resguardó en su pequeña mano para evitar que se lo volviese a quitar.
—Mientras haya maní, Anya no morirá de hambre papi, descuida.
Le sonrió. Y lo hizo sinceramente porque... no recordaba la última vez que alguien se había preocupado tanto por ella. No sólo por la comida sino también porque tuviera un techo, atenciones, pequeños caprichos. Papi es genial. Ojalá estemos juntos siempre...
Antes de soportar las quejas o palabras por parte de las vecinas que solo ocasionarían mucho más problemas y lo que menos quería era llamar la atención este prefirió darle el maní, dejándolo en la mano de la menor. Mientras que suelta un suspiro cansado.
—Debes aprender a comer de todo Anya, de lo contrario en la escuela tendrás problemas si hay un festival.
La carita se le desencajó de sorpresa justo en el instante que su padre impuso su autoridad retirando de su poder el pequeño maní que segundos antes le pertenecía. Pudo ceder pero era una niña y no estaba en su sistema el ceder sino buscar entre las mil formas de salirse con la suya la que le diese un resultado a corto plazo. Sus ojos se cubrieron por una fina capa líquida que escapó en forma de lágrimas.
—¡Buaaaaa! Quiero mi maní, quiero mi maní...
Con una manita retiraba las lágrimas mientras que la otra, estirada, esperaba ver de vuelta el objeto robado.