Oye, oye...Sabes que aborrezco que te pongas empalagosamente melosa y cursi, niña. - Se quejó con una ceja un poco arqueada, poniendo su mano sobre uno de los hombros de ella, dirigiéndola de nuevo al palacio. - Con respecto a Melody...Soy pésimo con los niños. Así que yo paso.

— Deberías de venir un día, cuando esté despierta... Quizás podamos ir a la playa juntos. —Suspiró una vez más, alzando la vista cuando se apartó de él tan solo unos centímetros. Sonrió y acarició su mejilla con un gesto tierno, dulce. — Te quiero tanto, Joe... Gracias por no olvidarte de mi.

Je...Sirena boba. - Murmuró liberando una pequeña risa, permitiéndole que ella le abrazara. - Debemos regresar al palacio. Estoy que me congelo y la pequeña Melody debe echarte de menos. - Le dijo, recordándole ahí mismo a la pequeña princesita que estaría siendo cuidada por los sirvientes del Rey Eric, mientras éste se encontraba en viajes diplomáticos.

— Lágrimas... —Susurró, al tiempo que se limpiaba las mejillas con las palmas— Estoy feliz de que estés aquí, por eso salen —susurró en voz baja, volviendo a abrazarlo con fuerza, enterrando el rostro en su pecho.

¿Asustada, sirena? Son sólo lágrimas: Salen cuando algo te produce mucha alegría...O mucha tristeza. Es algo normal en el mundo humano.