La cara de Yukito se encontraba hundida entre sus brazos, sus respuestas eran somnolientas, y aquella amabilidad a veces era meramente inercia. Así que no se trataba de Akizuki, le debía una disculpa. Estaba a punto de hacerlo cuando unas enormes alas blancas lo envolvieron. - ¿Qué crees que estás haciendo? - La mirada del juez Yue se clavó con irritación sobre la contraria. – Yukito aún no es consciente de mi presencia, te recomiendo no entrometerte. -