La idea le sonó bien, tanto que le secundó con una risa alta, grata— Cuando tengamos nuestra casa también tendremos otro perro, así no estará solo mientras no estamos. —andaba descalza, su andar era liviano al seguirle el paso por el pasillo, a sabiendas del destino al que irían a parar; no se opuso, claro que no, y aunque el resultado sería sexual, ya dentro de la habitación se le prendió por el cuello para besarlo efusiva, sonriendo en medio de ello por el dulce juego de palabras— Quererte así debería ser ilegal. —le murmuró. Lo que sucedería a puerta cerrada esa noche era evidente.