Lento. Los días transcurrían con lentitud tortuosa, como si lo minutos se colgaran de la sombra que había dejado lo ocurrido. El departamento aún daba testigo del suceso: La sangre dispersa sobre el piso hablaba de un hecho trágico y violento, los fragmentos de un florero roto permanecían ahí tanto como las marcas en los nudillos de Kaalia. Había hinchazón y escozor en las heridas abiertas, en su rostro magullado por los golpes y en su cuerpo. Apenas habían pasado dos días desde la última vez que lo vio, y su último encuentro fue tan intenso como frágil, pues entre golpes y gritos las (..
que... Tú sabes, a veces no sé como lidiar con todo. —confesó en un tono que advertía el cúmulo de emociones pendiendo de su garganta, bajando la mirada por unos instantes antes de volver al frente y con su otra mano acariciar la ceja ajena en un roce suave, a sabiendas del dolor que en ésta pudiera causar— Desde hace mucho tiempo que me fueron ajenas demasiadas cosas a las que ahora necesito aferrarme... Aprendo en el proceso, pero aquel día tuve miedo... —aceptó en un hilillo de voz frágil, su rostro tenía aún marcas de todo lo sucedido, moretones que se mostraban también en sus brazos— Temí por ti, por el perro, por mi, Andi... —ahí sintió que el estómago le oprimía— Ustedes son lo único que tengo ahora, y lo sé, fue una pésima forma de demostrarlo, pero no funciono igual que el resto. Y sé que te has esforzado ¡también lo hago! Quiero estar aquí, quiero que te quedes... Quiero quedarme contigo. —y ésto no era sólo un mero comentario desesperado, no, era su (...)
