El silencio imperó por unos segundos tras escucharlo, había verdad en sus palabras, podría llegar el día en que ella no abriera más, no por voluntad, sino por un hecho trágico que a diario colgaba de su espalda: Los Vipers.
A pesar de esto, la carga del revolver se hizo escuchar, era un Ruger corto; al tiempo su mirada se mostraba aún fría, cual esquirlas de hielo puro muy a pesar del calor que añoraba de él. Aún así no le negó la cercanía frente a frente, sólo para jalar del gatillo: El sonido del arma fue seco, no había bala alguna, la carga estaba vacía— ... Si ese día llega, no será porque yo no desee abrir. —deslizó el revolver entre ambos, dejándolo caer al piso para finalmente abrazarlo, refugiando el rostro en su pecho en una actitud visceral y opuesta a esa que estaría dispuesta a dispararle— No me hagas esto, Andi. No te pido que estés aquí a diario, tampoco que me digas todo lo que haces, sólo déjame saber que estás vivo al menos, que volverás... Sólo eso.