americanos, tercera guerra mundial ¿dónde? —sabe lo que significan sus palabras, puede leer a través de estas, y viceversa. Serían una pareja ideal de no estar tan jodidos.
De nuevo risas e hizo un bizco para alivianar el ambiente que de un momento a otro se tornó pesado. Por dentro él también sabe que algo hay de diferente, pues ya ha habido miles de veces que se despiden con más energía, con una noche anterior refugiados en la cama sino de uno, del otro. —Ya pues. No nos pongamos sentimentales. — luego de mostrar su iD y demás a los idiotas de la puerta, farfulló par de maldiciones regresando su atención a Kaalia, sonrió de lado al escuchar su petición, se inclinó levemente, pesé a que no tenía su chamarra puesta y apenas usaba un abrigo de tejido, los vientos no le provocaban nada. —Vamos princesa — paso su brazo derecho a la altura de los hombros de ella retomando el andar hacia la camioneta que les espera.
—A mí tampoco, pero hey, ¿Quién me agrada a mí? Nadie, excepto tú. — a Ronan no le iba ni venía la presencia de Alexander, quienes son sus dueños, es la organización misma, pero a quien responde es a Mr. Dahmer, con Mathias es más un juego divertido. Así las otras cabezas de la hydra, eran insignificantes para el irlandés, sobre todo sus “compañeros” en entrenamiento, que mierda.
—No lo hago cariño. —le guiño divertido. La siguió de cerca, arrastrando los pies, ese comportamiento infantil que reinaba la mayoría del tiempo en él, es su característica principal y razón de porque todos le odien. Incluso Kaalia a veces.
Sus pasos le llevaron hasta una sala de conferencias, estar ahí le daba pereza, prefería el gimnasio o los laboratorios mismos, las oficinas comunes no tenían nada que atrajera su atención. —Creo que serán tres semanas, sino es que menos. El viejo quiere que inspeccione unos reclutas y también a cierto cabecilla que tiene la corazonada de que nos traiciona por los
Aún así, bastó con encontrarse con la mirada de Ronan para sentir un pequeño vuelco, era una mirada tierna, lejana a la bestia interna que vivía en Ronan y que ella bien conocía— No me mires así, Ronan. —había visto ya esa mirada, pero era sólo en esos momentos de profunda privacidad, donde nadie pudiera llegar a ellos, donde mutuamente se dejaban ver más allá, y donde ella aliviaba sus heridas junto a las de Ronan. Ésta vez la sensación era diferente, no era una simple despedida, había algo más, quizá el anuncio de un caos inevitable, el preludio de su exilio forzado. Pronto un par de guardias les solicitaron identificación, pulgar y un escaneo antes de salir de las instalaciones. Lo que había afuera era una gran extensión de concreto enrejada con alto voltaje, nieve y sólo nieve a la redonda, una base perdida en lo recóndito. Pero más adelante ya esperaba una camioneta blindada— ¿Me acompañas al aeropuerto? —le dirigió, deteniéndose bajo el umbral de una de las primeras salid
Y tras un par de grandes puertas es que llegarían hasta un amplio salón, había una enorme tarima y asientos en hileras, era un salón de conferencias que se llenaba a tope cada lunes a las 6:00am. Ahora estaba vacío, así que sus pasos junto a los de Ronan resonaban en ecos al igual que su voz al hablar— Te irás demasiado lejos ésta vez, procura terminar pronto. Se supone que no tardaré más de dos semanas. —el debate interno estaba ahí ¿apego? ¿necesidad? Habían cosas que a veces prefería relegar a un punto lejano y distante, donde ni ella misma pudiera encontrar las respuestas, pues la vulnerabilidad no era permitida.
—... No me agrada. —dijo sin asco ni miramiento, sin pensarlo siquiera, era una verdad sólida que acrecentaba con el tiempo, con las acciones de Alexander sobre la facción, sobre ella. Exhaló apenas sintió las palmadas, alzando un tanto el rostro para mirarlo, Ronan era considerablemente más alto que ella— Mathias es duro, pero Alexander es sádico... Sin ofender. —le dirigió con una risilla cautelosa, sin dejar de caminar junto a él— Un sádico que apenas tiene un poco de poder, lo echa todo a perder. —dobló por el corredor a la derecha, las puertas metálicas daban la impresión de estar en una prisión <casi lo era>
Solo era un enfermo cuidando de otro, como si eso fuera posible. Como si fueran personas normales que se dan afecto sin más y no para sostener los pedazos rotos de cada uno.
Prefería sin embargo demostrarle su “afecto” de forma más abierta, con caricias públicas e indecentes.
Jugaba con el dulce en su boca, de una mejilla a la otra, pero su mirada se mantenía fija en ella, sus pasos le siguieron ipsofacto y le palmo la mano cuando esta le sujeto, sus risas aparecieron sutilmente.
—Es un inútil, no sé porque Mathias lo eligió, creo que debió de estar drogado. —se inquietaba cuando sabe que no le vera por un tiempo, se pone ansioso pero esta vez con su tacto tenía los nervios calmados. —Y a mí me mandan al culo de Vietnam. Puta suerte jajajaja. — restó importancia a ese hecho y le dedico una mirada tierna aprovechando que vio su camino durante su andar.
Se volvió recurrente ese pasatiempo de hacerle preguntas a Kaalia, pues se ve fascinado por su respuesta. No como acto natural sino como una respuesta a sus vacíos. La primera vez que sucedió fue después de una misión, confortaba heridas sin dolor. Pues por más golpeado que estuviera, eso nunca le provocaba quejarse. Puede decirse que sus necesidades se veían resueltas en compañía del otro. Aunque su modo de llevarse fuera tan cambiante, se golpeaban, se tiraban del cabello, incluso se insultaban, pero luego terminaban abrazados cuales gatos abandonados.
—Más te vale, sino vendré a jalarte los pies. —para Ronan todo era simple, cuando está en compañía de Kaalia, se deja llevar por la tormenta que ella trae consigo. No hay organización, no hay jefes, no hay misiones. Nada.
sus oraciones, en la profundidad de sus pensamientos... Muchas veces eso terminaba de muchas otras formas, pero hoy, él frenó. No sin antes toquetearla, claro. Hizo un gesto rendido y dejó la taza sobre la mesa a medio beber, siguiéndole el paso de cerca hasta salir de ese salón— Tengo que viajar, Alexander me ha enviado a hacer recoger documentos con un contacto, no tengo más información. —dijo inconforme, sujetándose del brazo de Ronan de pronto— Estaré fuera un par de semanas, encima tengo que vigilar al sujeto que me dará la información.
La pregunta llegó una vez más, ya no era inusual, ya siquiera le descolocaba como la primera vez que se la hizo cuando él estaba molido a golpes tras una misión y ella le dio confort con su compañía, porque eran así de absurdos, a momentos parecía que se querían matar y en otros se hacían compañía de una forma no menos absurda. Exactamente como un par de perros apaleados:
"¿Me extrañarás si muero?"
Y la respuesta, claro, era la misma:—Lo haré, cada día que quede de mi existencia si te vas primero.—y no era un ritual romántico o sentimental, era la necesidad de hallarle sentido a sus vidas más allá del deber, de su lealtad al Estado, más allá de sus distorsionadas existencias a merced de sus traumas y pecados. Esos que florecían en las palabras de Ronan, en su enfermo espíritu sediento de sangre <su sangre>, ya no se asustaba cuando él se ponía así, tampoco desviaba la mirada ni le huía; no, incluso hallaba un atisbo de emoción en la pasión de(...)
