— ... —a pesar de que él lo decía con semejante naturalidad, para ella suponía un sentir agudo en el pecho el hecho de que no tuviera un apellido. Aunque nunca le había importado en lo absoluto, no le era más o menos el compromiso que con él tenía.

Así, aligeró el ritmo, su mirada descendió al piso donde se perdía escuchándolo, pensando... Eso hasta que le presionó los dedos con los propios, un gesto de complicidad implícita.— No me molestaría casarme contigo. —dijo, alzó el rostro y le miró. El nuevo departamento no era tan amplio como el anterior, pero valía para estar, al menos les habían dejado tener mascotas y a la niña.

Y ahí estaba, en un viejo edificio con varios departamentos, no lucía tan mal después de todo— Hagámoslo. —le instó, y se detuvo cuando al fin estaban frente a la puerta enrrejada— Arreglemos tus papeles para darte un apellido, casemonos y demosle nombre y apellido a Moka, una familia. No merece ser como nosotros.