Entrelazó sus dedos con los de él, el andar era calmo pero seguro y en ese ritmo se sentía relajada. Le dolían un tanto las pantorrillas y el trasero, además comenzaba ya a nublar, parecía anunciarse una pronta lluvia— Mh... ¿Le darás tu apellido o yo le daré el mío? Puedo usar mi verdadero apellido ruso con ella. Creo que en este punto mi vida ya no es relevante para la organización o mi país. —dijo con cierto aire de divagación— ¿O vas a pedirme matrimonio y seremos una familia feliz? —rió y le dio un pequeño toque con su cabeza al hombro, casi que pierde el equilibrio de la bicicleta en su otra mano pero lo resolvió— ¿Qué crees que sea lo adecuado? ... Mierda, jamás pensé tener ésta clase de charlas, decidir el futuro de alguien más y su por venir, vaya giros de la vida. —aún reía entre palabras, dando finalmente un buen respiro. La casa al fin estaba cerca.