La risa le fue contagiada, más tersa y más suave, con un atisbo de nostalgia obvio en el gesto de su rostro que divagó entre la sonrisa y el lienzo de los recuerdos, desviando la mirada a esa espuma en el vaso ajeno, ensimismada de pronto— Vodka. —repitió y volvió en si, dando un buen respiro antes de dar un buen trago, largo, de esos que atormentan la garganta un tanto, sólo para sentirse más viva hasta exhalar con las mejillas calientes— Era el destino. —se estiró, tomó la botella y rellenó su copa— ¿Qué pensaste cuando acordamos nuestra cita en el parque? ¿Pensaste que no iría? Es decir... Yo lo habría pensando. —admitió, buscando la mano ajena, buscando el contacto con sus dedos bajo la barra.