Exhaló con fuerza, preludio de un gimoteo mustio que ahogó contra la almohada, odiaba sentirse así, remontarse a los años más frágiles de su vida, esos donde lo único que deseó fue la presencia de su padre, esos donde se refugió en el único lugar donde hallaba calma: Los brazos de su madre, pero... Ahora todo se desmoronaba con súbita fragilidad, era como darse cuenta de que todo lo vivido no había sido más que una mentira.
¿Cómo es que tras años de entrenamiento aún no lograba deshacerse de esa vulnerabilidad a su pasado? Mucho más ahora que la sombra de los Vipers era sólo un recuerdo... Acarició entonces la hoja donde escribía, una carta que jamás sería enviada, pues terminaría como todas, guardada y olvidada hasta otra noche como esa.

Si cerraba los ojos aún podía escuchar la voz de su padre, siempre severo, frío como las esquirlas de hielo que no sólo duelen y punzan, sino que se hunden y se alojan bajo la piel. Habían noches en las que recordarlo era un constante, una tortura emocional que se caldeaba en silencio cuando el pasado tomaba fuerza.



La pregunta rondaba como una realidad tangible, sin poder resolver que más había tras ello ahora que estaba lejos, siquiera sabía si en algún punto de la vida podría hablarlo con la mujer que le dio la vida, esa que ahora figuraba en su mente como la culpable de todo...