— Cambié de opinión.

— Quiero ver a mi padre.

— No.

— Hablaré con Mathias.

— No, no lo harás. —él estaba inmutable. Sacó una fotografía de su saco, era la madre de Kaalia, era actual, lo pudo saber por el color de su cabello— No lo harás. Harás lo que sea por el estado ¿lo olvidas?

Para Kaalia eso fue suficiente para sentir un vacío en el pecho, hasta sintió como su estómago se revolvió y pronto, muy pronto dejó el cigarrillo en el cenicero de un golpe, levantándose para salir de ahí.

— Levántate, vámonos. —indicó Oskar, tomando el bolso de Kaalia y el celular de Anders. También le extendió un abrigo negro y largo a ella, tirándoselo encima.

La voz de Oskar imponía, le temía, sería idiota si no lo hiciera, él era una serpiente sumamente letal. Obedeció y temblorosa se puso en pie, colocándose el abrigo, salió descalza tras él, tomando el elevador hasta la el estacionamiento donde abordó una motocicleta que él manejó, iba tan rápido que sentía que en cualquier momento derraparían o chocarían, pero no fue así.

Y apenas al llegar a la base exigió un cigarrillo, estaba sentada frente a una mesa de metal, sólo con un cenicero. Ahí entró Alexander.

— ¡Dijiste que sólo debía copiar su tarjeta, no que lo iban a matar! —dijo ella alterada, dando una calada profunda.

Alexander estaba a cargo de esa misión, ese infeliz que parecía disfrutar con ver sufrir a cada integrante de la facción, el mismo que ya había asesinado a dos miembros antes por fallar en sus tareas. Había mucho en juego, así que finalmente cedió, apenas dando pequeños tragos de aire cuando él se lo permitía, y justo cuando sintió que él estaba por tomarla, apareció Oskar, uno de los mejores matones del equipo. Siquiera había escuchado como habían caído los guardias de la puerta de la suite, era tan sigiloso como mortal, ella lo sabía... Lo había visto matar antes y ahora lo tendría en primera fila.

Lo único que vio a continuación fue el rostro de Anders deformándose por el dolor, con la lengua de fuera y los ojos tornándose rojos por la falta de aire, y poco a poco, la sangre, esa que comenzó a caer sobre ella.
Cerró los ojos, su quijada temblaba y su piel se estremecía con la sangre caliente bañándola hasta sentir como Anders caía a un costado.

aunque sabía que debía llegar hasta donde fuera con tal de obtener la información y ese celular ahora estaba muy lejos de ella, también su bolso donde tenía el dispositivo para copiar la tarjeta.

— Espera... Espera, lento, lo haré, sólo... —ni bien suplicó, llegó una fuerte bofetada que la hizo callar, su sangre hirvió pero tuvo que aguantar, ceder.

— Eres mía, ahora lo serás, y debes callar. —ordenó él, tomándola por el cuello con la zurda, el muy bastardo se sostenía de ella, sin importarle si le estaba presionando de más, ello mientras se bajaba la cremallera con la diestra, acomodándose entre las piernas de Kaalia— ¿Qué?... ¿No puedes decir nada ahora? —se burló, presionando más su cuello.

Kaalia sentía el aire cortándose, presión al nivel de las sienes y el pecho ahogándose, forcejeando. Era la primera vez que estaba en una misión de ese grado, normal que estuviera muy en el fondo aterrada. Sobre todo porque (...)

— No estás tan conversadora como antes ¿de pronto te has arrepentido? —dijo él, dándole uno de los vasos.

— ... No, su presencia me cohíbe, es todo... Yo... —rió con nerviosismo bien actuado, dándole un sorbo al vaso— Nunca he estado con un hombre mayor... Experimentado... —lo último lo dijo con toda la intención de pintarse como una presa más apetecible, más vulnerable.

Anders rió y dio un largo trago, dejando el vaso en la mesa y aproximándose a Kaalia para quitarle el suyo y dejarlo a un lado también. La tomó con fuerza por los brazos, de frente, llevándola hacía la cama sin miramiento: Ahí la tiró de un empujón, sujetándole ahora las piernas bruscamente.

— Ojalá tuviera paciencia; vas a aprender a seguir mis reglas. —dijo él, con la mirada encendida, presionando sus muslos con fuerza, dejando ahí sus dedos marcados sin duda.

Sintió nervios, querría evitar copular con él, (...)

hizo doblarse.

— Las jovencitas como tú sólo tienen hambre de dinero... —subió por los hombros, presionando los pulgares detrás de éstos, provocando un quejido en Kaalia— Prestigio... —tiró del vestido, abriéndolo de un tirón— Quítatelo.

Kaalia pasó saliva, tenía unas ganas inmensas de romperle la cara, pero no debía, no podía. Así que accedió, retirándose el vestido completamente, ahí, bajo la mirada lasciva del cerdo aquel.
Paseó la mirada hasta la mesa de la estancia, ahí estaba el móvil de Anders, y ese era su objetivo.

— ¿Puedo tomar un trago antes? —sugirió con la voz tersa, cubriéndose un tanto su desnudez parcial, pues sólo llevaba la ropa interior puesta.

Anders se retiró la camisa, dejándola sobre el respaldo de la silla junto a su corbata, la miró con pesadez, pero bien accedió a servir un par de vasos de whisky con hielo ésta vez.

Y aquello fue suficiente, de la barra del bar del hotel pasaron a la suite de Anders, una de las más lujosas, por supuesto. Kaalia pasó escoltada por un alto guardia, mismo que la escudriñaba.

— Quítate la ropa. —ordenó Anders quitándose la corbata.

Kaalia miró a sus costados, los guardias estaban ahí y eso complicaría por completo su labor; por ello se fingió cohibida, abrazándose a si misma y bajando la mirada.

— Me sentiría mejor si estuviéramos a solas... —dijo con tono sutil, inocentón y hasta avergonzado. Fingiéndose vulnerable y dócil a la presencia del hombre, algo que sabía era parte de los gustos de Anders, jovencitas indefensas y débiles.

Anders realizó una venia con el rostro hacia los guardias para que salieran, dejándolos totalmente a solas. Él caminó alrededor de Kaalia, rozando su nariz por su rostro, cuello y finalmente su nuca al situarse detrás de ella para tomarla por los brazos, presionándolos con tanta fuerza que la (...)

Kaalia sonrió de costado, acompañando la sonrisa del hombre y también su acción, dándole un trago a su copa por igual.

— Vivo en el mundo que debo vivir entonces, de no ser así no estaría aquí y ahora; siempre he pensado que no existen las casualidades. —añadió.

— No, no hay casualidades. Has venido aquí con un propósito: Yo.

Ella se quedó en silencio ¿sabía sobre la misión? No... No era eso, pues el sujeto posó una mano sobre su muslo, invasivo bajo el vestido en aquella elegante barra donde bebían. Era su ego el que hablaba.
Y no era difícil de comprender, viniendo de un depredador de jovencitas.

— El único propósito de mi presencia yace en sus manos, Sr Anders.

La misión era sencilla, relativamente. No había más que obtener la información necesaria y copiar una tarjeta de datos, no se suponía que fuera a ir más allá de eso: Una charla, mentiras disfrazadas con sonrisas y una noche de tragos, ese era su trabajo, hacer que Anders S. Hansen bajase la guardia, un importante empresario, dueño de cadenas de restaurantes de lujo y también coludido con el lavado de dinero, un traidor del estado al hacer acuerdos secretos con Estados Unidos.

— Me sorprende que una jovencita como tú sea tan amable, hoy en día la juventud vive en otro mundo. —dijo Anders, dando un trago a su copa de champagne luego de esa larga conversación.