Responde con una sonrisa al abrazo. Al menos no todo era tan malo, porque podía ir a visitar al pequeño canino, además habrían otros más, sería grandioso. Se separo un poco de su hermana, y la miro con un brillo en los ojos.

— ¿Entonces podemos ir ahora? — Pregunto emocionada. No quería perder más tiempo.

Escuchar las palabras de su hermana, hizo que dejara de llorar y levantará su mirada hacia ella. — ¿En serio podemos ir? — La miro aún con los ojos llorosos debido al llanto, y con un puchero en sus labios.

Como era costumbre, la rubia había traído a casa un perrito que había encontrado en las calles de Townsville, ella era conocida por amar a los animales, además que tenía una capacidad de entenderlos, así que no dudo en ayudarlo. Pero el profesor le dijo que no podía, porque no tenían lo suficiente como para aceptar otra mascota. — No es justo. — No estaba siendo racional, lo sabia.