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— ¿Qué es eso qué hay detrás de tu mirada?... Aún me lo pregunto.
 
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N1551025 · M
... La dejaría desesperar lo suficiente y sólo entonces desfogaría el hambre en la perla que lo hace salivar.

Pero antes se llenó las manos de los senos de Beth; bien cogidos, celosamente. Esa era su única condición ; entonces se daría gusto a lamidas torvas, alternadas con succiones lo suficientemente intensas que se llevaría a sí mismo más abajo sin soltar la piel; y luego de vuelta y de regreso, hasta que la lengua se le desviara de gusto y, entre una u otra paseada, se aventurara a deslizarse en la zona más rica para estar. Tan rica que produce gula, una que difícilmente se va a consumir con el puro uso de la boca.

La hombría le reclama invadir: la siente lista, tensa y furiosa. Y llegado el momento arremetirá con singular entusiasmo.
N1551025 · M
... Sirviéndose de un pulgar, apretó el monte que lleva a la gloria hacia el sur, y recorrió la piel a presión de mano ; sin excedente maltrato pero con firmeza, pues ésto dejaría expuesto y vulnerable ese parvo e increíblemente sensible punto de Beth.

¿Qué si Negan era malo para los habitantes de Alexandria y demás mequetrefes? Sí, no es novedad: en su juicio burdo y plano no existían escalas de grises; o se era blanco o se era negro. O malo, o bueno.

Pero hoy, para bien de ambos, jugó a ser un poco cruel. Pues postergó el contacto pleno; dio rodeos al succionar la piel y recorrer así sin soltar el contacto todo alrededor del punto de atención. Igualmente lengueteó sin reservas, refregó los labios e incluso, mientras reía por lo bajo de esa forma desvergonzada y fiada de sí, le rozó con la barba hirsuta.

¿Qué tanto anhelaría ella que le diera una buena atención a su botón?...
N1551025 · M
Para sosegar la inquietud de esas preciosas piernas pálidas y suaves, ¿Qué mejor que dos manos que aunque ásperas, aunque un tanto callosas, brindaban control? A manos bien abiertas cogió generosamente la carne de su pequeña mujer. Parecía un vulgar avorazado pero tampoco la tocaba con desespero: se trata de sobarla lento y dejándole la marca de tensión con que sus manos aplacaban la inquietud ajena; ora sobre su muslos, ora sobre sus nalgas, pero zona por abarcar no le faltaba. Y si hablamos de voracidad, su boca en ese momento era punto de referencia en cuanto a cómo chupaba los pístilos de esa florecilla abierta. Se pasaba por alto la regla principal de etiqueta: no hacer ruido mientras se come, pues los tronidos de su boca eran inevitables al comer algo que le agua la lengua.
Y en cuanto a éste, músculo fuerte, le sacaba ventaja a su autonomía de movimiento...
y hasta provocando que el nombre de aquel hombre se derramara de sus labios en tiernos quejidos, dulces peticiones y llamados encendidos en respuesta a su lengua.

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Exhaló febril, lento y entrecortado conforme los segundos pasaban y esas manos expertas le recorrían, incluso se encogió cuando él volcó atención y acción a su vientre, ese que se había descubierto ya hace un rato por la blusa que ahora yacía por encima de su pecho al haber sido recorrida, siendo lo único que quedaba de tela sobre su cuerpo.
Entonces pasó saliva y se relamió los labios con lentitud, a veces mordiendo el inferior muy suave conforme él se hacia de su fragilidad, de ese cuerpo vulnerable y dócil a su tacto.
Sentía calor y a pesar de ello habían momentos en que su piel se erizaba y sus piernas se tornaban inquietas, flexionándolas un tanto al deslizar los pies por la superficie mullida de la cama, llegando a sentir en la cara interna de sus muslos aquel vello facial ajeno, estremeciéndole aún más...
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Haberlo dicho antes.— "Más" es la palabra clave para que la otra mano se le una por debajo del cuerpo liviano de Beth. Aunque siempre mostraba una confianza arrogante en su sesgo y acciones, nunca pecaba de ser rutinario y dar el placer por sentado: lejos de ir a por lo directo, se fue encaramado encima de ella para hundir boca y nariz en el cuenco suave del vientre ajeno. El vello facial hizo de las suyas cuando las mordidas fueron una guía y sendero hacia el sur de su pequeña niña rubia; allá abajo la paciencia y el detalle serían su fuerte al moldear el lienzo de carne con su lengua. —...
La respiración se le volvió lenta y pausada ante la cercanía por fin compartida tras largo tiempo, hallándose tan vulnerable como en antaño, tan dócil a su calor y presencia. Se relamió el labio inferior con lentitud al asentir con el rostro, permisiva, dulce y frágil en su gesto— Quiero sentir más. —le musitó ya con ambas manos paseándose por la espalda de su «Esposo», oprimiendo sus yemas en él como clara muestra de su necesidad; un contraste evidente a sus primeros encuentros con él.
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—Y podía dar más de sí: mover la mano, transitar subreptíciamente por debajo del cuerpo de su pequeña mujer. Piel madura, áspera, que oprimió las formas frescas de Beth, aquellas que coronaban sus dulces piernas. — Puedo hacerte sentir más.
— Puedo sentirlo... —el tono de su voz decreció, culpa del momento, de la sensación y el calor vibrante que le caló hasta las mejillas. Suspiró y cerró los ojos cuando su piel se erizó; el motivo no era necesario explicarlo.
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Podría definirlo en una pila de palabras de mierda. Pero prefiero que lo sientas, Pajarito.

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