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Nació en México, en una familia donde se veneraban las tradiciones nacionales. De su padre no sabe mucho pues murió cuando ella apenas tenía 4 años en un accidente de aviación. Su madre, Valeria, le contaba que que era un arqueólogo reconocido, obsesionado por los mitos y que fue él quien decidió su nombre, también le contaba lo mucho que se parecía a él y eso era muy fácil de notar. Guardaba similitudes con su hermana, María, tales como el cabello, ojos y su tono de piel olivo-canela, rasgos heredados por su padre. Fuera de eso María era casi la viva imagen de su madre, mientras tanto Sophia era conocida por ser la activa y llamativa de la familia, no le gustaba seguir órdenes nada más por seguirlas y cuestionaba siempre a la autoridad. Una adolescente problemática, la oveja negra del rebaño. En las fiestas ella era el tema de conversación de las tías cuando susurraban las barbaridades de la nueva generación, por ello aprendió a mantenerse callada y se encargó de darles los tema que ella quería que hablasen, como sus perfectas calificaciones. Continuó estudiando el origen y el porqué de las cosas, creando sus propias teorías que a veces compartía con su hermana y muy a la larga con su madre.

En su cumpleaños número 17 el abogado de la familia se presentó en su casa, siguiendo el testamento de su padre, para entregar una carta escrita por su padre y un cofre para ella. Uno que no podía abrir al no tener ninguna llave. En la carta se disculpaba con su esposa por haberle sido infiel. Golpe duro para su madre quien había amado con locura a su marido. También confesó haber tenido una hija fuera del matrimonio y esa niña era Sophia. Explicó que Valeria había dado luz a una bebé sin vida y en vez de decirle la verdad decidió pagar al hospital por mantener el secreto y cambiar a las niñas para que creciera como su verdadera hija.

La noticia fue un golpe duro para ambas. Su madre se sentía traicionada y herida, fue quien peor tomó tales noticias llegando al punto de culparla por la muerte de su verdadera hija y rechazarla. Sophia por su parte había quedado en shock y sumando al rechazo de su madre no fue una sorpresa que la depresión le hubiese ganado. Nadie fuera de ellas se enteró y Sophia le confesó todo a su hermana cuando fue de visita en unas vacaciones, sus abuelos le habían mencionado que su nieta menor no se encontraba bien. De las tres ella fue quien supo manejarlo mejor y la apoyó en lo que pudo, aun si eso consistía en pelearse con su madre.

Con la ayuda y la insistencia de su hermana asistió a terapia para seguir adelante, se tomó un año entero para ello. La relación con su madrastra no era buena, Valeria no podía verle a la cara y Sophia aprendió a vivir con ello. En su cumpleaños número 18 en vez de un abogado fueron Thanatos y Hermes quienes la visitaron, junto al espíritu de su padre, quien traía una llave consigo para el cofre que había dejado olvidado en su armario. Su padre le reveló que su madre biológica no era otra más que la diosa Hécate, la había conocido en uno de sus excursiones a Grecia y había sido totalmente seducido por la diosa. Los dos dioses también hablaron con ella y le advirtieron que el Olimpo tendría los ojos sobre ella, asegurándole que si trataba de hacer algo contra ellos no tardarían ni dos segundos en hacerla desaparecer.Le aconsejaron que mantuviera un perfil bajo pues era nada más la segunda vez que se sabía de un semidiós por parte de la diosa Hécate, una diosa que no obedecía al rey del Olimpo. Temían que Sophia pudiese ser una amenaza.

Tras graduarse de la preparatoria y mudarse fuera de la casa de su madre, se tomó otro año para adaptarse a la idea de ser un semidiós y controlar los poderes que vinieron con su mayoría de edad, en el cofre había diferentes tipos de libros sobre magia, hechizos y pociones que le vinieron de mucha ayuda. A la edad de 20 ingresó a la universidad donde trataba de pasarlo normal, pero el mundo sobrenatural siempre era más interesante.