Y precisamente en ello reside la paradoja: en intentar transmitir esa serenidad y soltura que no tienen y tal vez no merezcan;ora a través de sus palabras, ora a través de una caricia paciente que va desde la barba ajena hasta la nuca, sujetando entonces un poco del cabello ajeno para darle un ligero tirón que permita exponer los labios ajenos. Donde, consecuentemente, dejaría un beso que aunque breve no sería menos cargado de afecto. Hasta sensualidad.
Por un momento podían fingir calma y certeza de un mañana.
— Sugiero que el patriarca de la familia más peligrosa de Rusia prepare algo para la cena. Muero de hambre y sigo un tanto herida como para necesitar uno o dos días de reposo. —
