Rhyne y Fritz son los últimos descendientes de una raza desconocida creada por un Primordial que les encargó la misión de proteger y preservar la naturaleza, razón por la cual poseen una afinidad nata con la misma. Su nacimiento así como familia son desconocidos. Cuando eran unos bebés, fueron abandonados por un extraño encapuchado en el interior de un frondoso bosque en Aquvy, territorio elfo. Fueron encontrados por una loba gigante quien, conmovida por la tierna vida delante suyo, les adoptó. Al alcanzar la edad de los seis años, la loba desapareció y los niños sintiéndose desconcertados, salieron en búsqueda de su “madre” vagando en el bosque por días, alimentándose de los frutos de los árboles y durmiendo al pie de estos. En uno de esos días, un llamado desde su interior les trajo a sus jóvenes mentes el recordatorio del destino que estaban obligados a cumplir.
<<Jamás uno, sin el otro. Debemos unirnos y traer al protector de la vida y la muerte>>. Rhyne y Fritz supieron en ese momento, que tenían un propósito. A sus seis años y con una consciencia tan nebulosa como las nubes que cubrían el frondoso bosque, instintivamente buscaron una salida. Al salir del sitio donde crecieron, emprendieron una travesía donde conocieron animales que no habían visto, observaron personas de orejas puntiagudas que les intrigaban profundamente. Rhyne y Fritz estaban descubriendo todo lo que había más allá de los árboles.
Conocieron pueblos, y en los pueblos fueron, para su sorpresa, bien recibidos por los sujetos de orejas puntiagudas que más tarde, entendieron que se llamaban “elfos” Hombres y mujeres daban de comer a los niños y ofrecían cálidos sitios donde pasar la noche. Algunos les preguntaban por su procedencia y ante la incógnita que surgía resolvían en cesar con el cuestionamiento. Con el tiempo, aprendieron a leer y escribir asistiendo a una pequeña escuela en el lugar. Rhyne y Fritz guardaron muy bien en sus corazones la gratitud hacia el pueblo elfo.
Pronto encontraron respuestas a su origen en forma de un libro muy antiguo y guardado recelosamente en la casa del elfo más viejo del pueblo. El señor reconoció en ellos un rasgo muy particular que expresaba en voz alta de forma exagerada pese a que en apariencia, los niños no se distinguían de un humano cualquiera. Les tomó de las manos y les llevó con él, diciendo en todo momento <<No puede ser. ¡Esto no puede se!>> Al abrir la empolvada cubierta, se notó unas gruesas hojas amarillentas con letras de una lengua que ellos no entendían escritas sobre su superficie. El elfo les reveló que ellos pertenecen a una raza de protectores de la naturaleza, antigua aliada de su gente pero que desapareció en algún episodio desafortunado de la historia, y que misma solo poseía registro en el libro que conservaba. Les indicó que a diferencia de su gente, ellos no envejecerían si no recibían el afecto u odio necesario para ello. Los jóvenes se preguntaron por qué no crecieron si han vivido en el pueblo y obtuvieron una respuesta muy áspera <<Porque han experimentado solo el afecto pero no suficiente odio. La balanza está dispareja y solo cuando el segundo elemento aparezca en misma cantidad que su opuesto podrán envejecer partiendo desde solo allí con un único factor en excedentes y por encima que su contrario. En pocas palabras, necesitan acumular odio suficiente para emparejar el afecto que hay en ustedes. Cuando lo consigan, podrán avanzar en su vida y crecer sea con el uno u otro. Por ahora, es imposible que avancen como están ¡se necesita equilibrio!>>. Palabras complicadas para esos niños quienes con la cabeza muy cargada, se retiraron para discutir sobre su futuro.
¿Estaba aquello relacionado con el destino que debían cumplir? ¿Cuál era el origen de su raza? Y lo que más les preocupaba, para poder continuar su camino deberán experimentar situaciones amargas así como felices. No podían elegir, solo tenían una opción: seguir.
Rhyne y Fritz aun desconocían mucho de sí mismos pero tenían muy en claro cuál era su propósito. Debían proteger la vida y la muerte.