El universo caótico e infinito, ese que jamás construye de forma parsimoniosa la vida y que en esa misma violencia puede presentar la muerte a sus creaciones.
La cuna de las esencias “Todopoderosas”, que cada mundo bautiza, adora, teme, degrada de alguna manera; el mismo espacio que crea las formas de vida más sensibles, suaves, débiles, simples o complejas, eternas o finitas.

Esa energía constante que se movía por cada rincón de ese complejo lugar, solamente era, no había una definición del “yo”, solo existía como consciencia, se movía como energía, nutría al universo, como las millones de partículas que se desplazan en él.

Algo hacía que su estado se alterara, como si ahora hubiese un capitán que dirige su andar:

-¿Hacia dónde voy?- Se preguntó, mientras esa voz parecía ser la que trazaba la ruta que seguía, haciendo que se traslade de un lugar a otr