strangehero

Cᴏɴᴏᴄɪᴅᴏ ᴇɴᴛʀᴇ ᴜɴᴏs ᴘᴏᴄᴏs ᴘᴏʀ sᴜs ᴅɪғɪᴄᴜʟᴛᴀᴅᴇs ᴇɴ ᴇʟ ʟᴇɴɢᴜᴀᴊᴇ ʏ sᴜ ғᴏʀᴍᴀ ᴅᴇ ᴠᴇsᴛɪʀ; sᴇᴀ ᴄᴀsᴜᴀʟ ᴏ ғᴏʀᴍᴀʟ﹙ᴇsᴛᴀ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴀ ᴇs ʟᴀ ᴍᴀ́s ᴛɪ́ᴘɪᴄᴀ﹚﹐ᴇɴ ᴀᴍʙᴀs ᴘᴏʀᴛᴀ ᴜɴᴀ ᴍᴀ́sᴄᴀʀᴀ ᴅᴇ ᴄᴀʙᴀʟʟᴏ ᴅᴇ ᴘʟᴀ́sᴛɪᴄᴏ ᴇɴ ᴍᴀʟ ᴇsᴛᴀᴅᴏ. Eɴ ɢᴇɴᴇʀᴀʟ﹐ ɴᴏ ʟᴇ ɢᴜsᴛᴀ ʜᴀʙʟᴀʀ﹐ ϙᴜɪᴇʀᴇ ϙᴜᴇ ʟᴏ ᴅᴇᴊᴇɴ ᴇɴ ᴘᴀᴢ.

Sᴜ ʀᴜᴛɪɴᴀ ᴇs ᴘʀᴀ́ᴄᴛɪᴄᴀᴍᴇɴᴛᴇ ᴅᴇ ɴᴏᴄʜᴇ.


Corro a través de pasillos que se convierten en eternos laberintos de pesadillas que nunca querría soñar en vida. La oscuridad ocupa mayor parte de lo que puedo ver, permitiéndome solo no chocarme gracias a las débiles luces tras las ventanas rotas, cuyos cristales están esparcidos por el suelo y yo, abrazado por fruto del carente raciocinio, los piso con tal ímpetu que permito que él lo tenga más fácil.



Soy la presa de un demente, una persona que no teme vivir aislado de la sociedad. Sus pisadas son semejantes a las de un caballo trotando, sus piernas nunca parecen cansarse a diferencia de las mías; sus resuellos son los que condenarán mi muerte cuando recorran mis oídos a una distancia efímera entre nosotros dos. ¿Por qué tuve que acercarme a donde no debía? ¿Por qué tuve que tener curiosidad por e͗ͪ̃̓ͦ̍̊̊̊̇̒͏̶̹͎̭͚͓̱͍̻̘̞̙͟l̢̧̢̧̝̹̞̯͓͓̫͇͓̭̥̖̿ͬ̔͋ ̱̩̮ͫ̓͊̓̇̃ͩ̀̚͜ͅc̃ͨ̌̒͐ͫ͊̓͊͆̂̈ͥ͗̆ͮ͊̍͝͡҉̡̰̝̪̟̟̩̼̘̜̝̙̳̹̘͈͞å̴̳̺̼̯̻̰̹̮͙̹̪͎͙̘̅ͯ̓ͧ̓̀̔ͧ̀̿̈ͭ̑̇̌́ͅb̸̤͙͉̱̹̩͓̐͒ͥ̑ͮ̊̂̋ͭ͞a̻̭̖̞̠̜͍͇̓͒̊̀̔͗̾̐ͯ̔̋̿ͫ̚͜͡l̢̗̜̲͖̰̬̤͓͍̫̬̥͎͓̮̭̇̎̈ͥͩ͛̉͘ͅl̎ͩͬ̈ͭͨ͌̽̚̚͏͕̩͕͙̜̖̹͚͍̦͘͜͜ȍ͗̋̆ͩ̇̔ͥͪ̿̀̽͂̍ͯ̿̚̚҉̶̮̬̹͕̥̜̞̗̭͓͢?



Su figura está definida por un traje de chaqueta que quizá hubiera sido elegante en sus días de esplendor, hecha jirones ahora; en él, hay enganchados viejos medallas oxidadas que habrían sido de un héroe de guerra y ahora olvidado por la multitud. Lo más emblemático, lo que más causa miedo, es la incertidumbre que me causa. No solo basta con que lleve una cabeza de caballo por máscara.



No grita, no trata de ilustrarme con palabras de índole maquiavélica, ni que es un psicópata o alguien que busca limpiar el mundo. Sus hechuras destrozadas con los pasos de los años y su silencio son lo que inquietan más; suscitan mi miedo a lo desconocido. Carcome mi cabeza mientras comienzo a quedarme sin aire, siendo consciente de que me toparé con una pared que acabará con mis piernas corriendo a la nada.



Y, por desdichas de un destino que es afecto a mofarse del final de ajenos, caigo al suelo, tropezándome por una piedra al haber salido de la nave industrial abandonada, habiendo boqueado mi jaula. Bajo desesperación me arrastro por el asfalto a su vez que mi corazón forma acumulaciones de sangre con más ímpetu, el sudor recorre mi cuerpo más que nunca y las luces débiles se convierten cómplices de un escenario que jamás olvidaré.



Sus pasos siguen pero más lentos, quizá tiene constancia de mi vulnerabilidad. ¿Por qué no hace nada? Tengo miedo de mirar. Mi cabeza solo me repite la misma idea de correr, correr, correr, correr. Al final cedo de mí y me apoyo sobre una farola, esperando a mi desenlace.



Giro mi cabeza y ahí está. El caballo me contempla en silencio, no se ríe, repite en un ritmo armonioso sus respiraciones violentas y se acerca hasta quedar a una distancia en la que podría hacerme gritar con sus puños, con una mente que no puedo predecir.



La luna en aquella noche se hallaba llena, enseñando su figura a una ciudad dormida. En un único momento por donde yo yacía, estaba tapada por él. No hablaba, ni respondía.



—¡HÁBLAME MONSTRUO! ¿POR QUÉ NO HABLAS? ¿HAS VENIDO DE LAS TIERRAS DE LOS DIFUNTOS PARA TORTURARME CON TU MISTERIO? ¿QUÉ QUIERES DE MÍ? ¡¿PRETENDES REÍRTE DE MI MIEDO?! ¡¿CREES SER JUEZ DE LOS HOMBRES BAJO ESE SILENCIO Y MÁSCARA?! ERES UNA BESTIA QUE ENCARNA LAS PIELES DE UN HOMBRE, QUE VIENE A JUZGARME POR LO QUE HICE. ¡NO ME PERSIGAS POR PECADOR CUANDO FUERA HAY OTROS MÁS PODRIDOS Y QUE MIRAN MÁS A SU PROPIO OMBLIGO QUE YO!



Los suspiros vinieron con solo haber boqueado mi intento de oponerme a sus trucos psicológicos. El silencio aún no se rompía por su boca y alzó una mano solo para retirarse la cabeza de goma que, por mi terror, me provocó taparme con los brazos en un acto de defensa. Los bajé para contemplar lo que quería enseñarme.



Comenzó a reírse sin parar, nunca cesaría sus carcajadas; el caballo sabía lo que hice. Poco a poco yo mismo acompañaría sus risas con las mías.


La luna aún nos observaba a lo lejos.

Un caballo sin nombre me sonrió.