Reaccionó al sentir los labios impropios sobre su frente, correspondiendo al abrazo con cierta fuerza, demostrando en ese sutil gesto cuánto lo había echado de menos.

—Jungkookie… —Irrumpió el silencio después de un rato, tomando delicadamente el mentón ajeno entre los dígitos de su diestra, dejando suaves caricias en el area. —¿Cómo te sientes? —Preguntó con cierta preocupación. —¿Hyung debería cuidar de ti? —

Dejó un pequeño beso sobre sus labios, recordando de inmediato porqué era adicto a ellos, y sin separarse susurró sobre los mismos. —Te extrañé tanto.

— Pff...— Desvío la mirada por un efímero instante y asimismo ocultar su cómica gesticulación en un puño casi como si se contuviera de toser torpemente.

— Sabes que no puedo negar a ese puchero. — En compensación dedicó suaves carcias sobre la cabellera de su hyung para rematar con la calidez de un beso en la frente, no sin antes acceder a ese contacto visual requerido que tanto les une y lo atrapa día con día.

— Lo sé y no requerimos de más palabras.

Comentó mientras la sonrisa emergía de entre sus labios y en agradecimiento por ser tan paciente a su constante ausencia lo acobijó entre sus brazos a modo de disculpa, reposando la faz entre el reconfortante hombro impropio y aprovechar para embriagarse con ese aroma que ama.

— También te extrañe demasiado.

Sus ojos se abrieron, perplejos, mientras un tembloroso puchero amenazaba con tomar posesión de sus labios. —Koo-... —Fue lo único que alcanzó a pronunciar, antes de abrir paso a un verdadero puchero, acompañado de un tierno reproche. —¡Qué malo eres! Ya me había preocupado. —

Se levantó lentamente del suelo, a la vez que continuaba hablando. —Además, sabes que tú jamás molestarías, porque... —

Se detuvo cuando se vio a la altura del menor, quedando más cerca de él de lo esperado. Se puso nervioso, su mente quedó en blanco, siendo capaz sólo de admirar aquellos ojos preciosos que tanto había extrañado.

— Un par de horas. Tal vez. — Desviaba la mirada al bromear, exageró bastante y sonrió. Tan solo habían transcurrido un par de minutos desde su llegada, los cual empleo en contemplar con devoción a quien más adoraba tal cual fuese obra de arte.

— Segundos, nada más. — Finalmente admitió mientras paulatinamente se aproximaba.

— No deseaba interrumpir.

Una voz interrumpió sus pensamientos, provocando que desviase su mirada inmediatamente hacia la puerta.

—¡Ah! Jungkook-ah. —Le llamó sorprendido. —No te escuché llegar, ¿hace cuánto que estás aquí? —Preguntó sintiéndose apenado, mordiendo tenuemente su propio labio inferior con cierta timidez.

— Me encanta ver a mí hyung tan concentrado.

Confesó en tonalidad suave para no asustarlo con su presencia y tras ubicarse en la puerta presumiendo una sonrisa de oreja a oreja digna del enamorado que es al admirarlo.