Admirarlo por un efímero instante no era suficiente y sin percatarse, inmediatamente fue contagiado por aquella sonrisa. Su mirada lo exigía, ese cruce de miradas que era toda para el íntimo momento creado entre ambos, ese magnetismo único, algo que sus ojos buscaban con esmero, y así, expresar una vez más a su propia manera cuánto adora a Taehyung.

— Soy feliz de escucharlo de la voz de mí hyung. También te amo...

Le tomó por sorpresa, provocando la aparición de un ligero tono rojizo sobre sus mejillas. Sonrió entonces como sólo los perdidamente enamorados saben hacerlo, sin si quiera ser consiente de ello. Su mirada permaneció fija sobre la del menor.

—Mis ojos están siempre sobre ti. Te amo, Jungkook-ah.

— Hyung... Dime. ¿Por qué eres demasiado atractivo? Mis ojos solo te pueden mirar a ti, nadie más.

No existía ni pizca de falacia entre sus palabras con él simplemente no lograba mentir, todo lo contrario, la franqueza emergía por si sola. Su absoluta atención visual siempre se enfocaba en la persona que tanto adora y ama, inclusive no le importaba evidenciarse como un tonto enamorado con gran devoción.