« Back to Album · Next »
‘.

La hora del té se vio interrumpida con el brioso azote de las puertas; las damas de compañía miraron a la entrada, donde uno de los soldados yacía acalorado y ansioso. A éste, le siguieron unos cuántos militares más, todos con la misma expresión que el primero.
◦ — Doamnā, es imperioso que nos acompañe a la celda del Este. Ha llegado... No sé cómo describirlo. No es de aquí... — Jadeante, se acercó paso a paso a la nada sorprendida reina.
 
This page is a permanent link to the comment below. See all comments »
ssin1563614 · 26-30, F
¿Por fin había perdido el sano juicio?
Todo apuntaba a que su decisión la condenó a morir; Kassia pasaría a la historia como la Reginâ ingenua, la que confió en un dragón, se entregó a manos de la muerte y dejó marchitar su reino. En un último hálito, interpuso los brazos -como si eso fuera a protegerla del fuego creciente en la garganta de aquella bestia- y cerró los ojos, aguardando lo inevitable.

Esperó.
Aguardó al fuego rodeando su cuerpo, calcinándole piel y alma; se imaginó como una hoja recién arrancada del cuaderno, inservible, lanzada a las llamaradas vivaces en la chimenea, deshaciéndose centímetro a centímetro hasta reducirse a simples cenizas... pero el destino volteó a verla y le sonrió amablemente.

Hög era más alto que las estatuas conmemorativas del jardín y aseveró que de extender las alas, éstas yacerían limitadas por el escaso espacio en la recámara. A medida que los minutos pasaban y el silencio imperó entre ellos, cayó en cuenta del gesto más...
 
Send Comment

Add a comment...
 
Send Comment