Quedó cautiva ante el encanto de Hög. A veces pensaba que la química entre ellos derivó de un inusual narcisismo o de un escudo protector que no permitía el paso por encima. ¿Qué era lo que tenía ese hombre que Kassia quedaba vulnerable en su presencia? Entre pensarlo y pensarlo, acabó cayendo al torso del dragón. Un tirón, con eso tuvo.
— Eso fue un desliz. — Mejillas chapeadas y ceño fruncido; vaya combinación para un gesto.
Una sonrisa torcida fue lo que Kassia obtuvo como respuesta a sus palabras; tal vez con ese tamaño el dragón no daba miedo, pero si alguna vez recuperaba su cuerpo original seguro que impondría demasiado en Arcadia.
—Estoy a tu merced. —Murmuró, sosteniendo la mano de Kassia con seguridad y tirando levemente de ella para hacerla caer sobre él. —O tú lo estás a mis caprichos.
— Um. — Torció la boca, previo a liberar un suspiro. ¿Era esa la manera en que el resto del mundo la veía? Una figurilla de porcelana incapaz de defenderse. Sin embargo, el inicio de esos pensamientos negativos se esfumó con el terso toque de Hög. Ahí cambió la angustia por ternura, y buscó la manera de enlazar sus dedos a los de él.
— Y tú no luces tan temible desde aquí; indefenso, sí.
—Con tu menuda figura, por supuesto. —La tomó de la mano con la intención de jalar de ella, empero, se decidió en el último minuto por acariciar la delgada muñeca femenina.
