— Liderar todo un reino, joven Kristopher. Llevarlos a un futuro mejor. Ese es — Le sonrió serena, ocultando las verdaderas emociones que hablar de ello le provocaba.

—¿Y cual es su deber?

{Le causaba curiosidad la vida de la reina, no ha conocido a alguien como ella en su vida}.

— El deber — Pronunció con firmeza, sin ninguna gota de ironía ni duda — El destino que me aguardaba desde antes de nacer. Ese ha sido —

—¿Quien ha privado su libertad, reina Kassia?

— En mi reino es bien sabido que al nombrar algún ser, esté vivo o no, se tiene poder sobre él pues al llamarlo por su nombre lo has privado de su libertad. Los animales no merecen un destino como ese.

—Eso es un buen punto y jamás lo había visto así.

— Detesto la idea de ponerles nombre y tener dominio sobre ellos, cuando siempre he creído que son espríritus libres. Por eso. —

—¿Por qué no les pones nombre?

— No. Al igual que el resto de los animales de aquí, no tiene nombre —

—¿Tiene nombre?