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ssin1563614 · 26-30, F
era terreno de Nerea.
La puerta del gran salón se abrió de par en par. Detrás, salieron un par de mucamas de facciones añejadas por el paso del tiempo, a pesar de ello, observaron con amor y respeto a ambas soberanas.
— El té está listo, majestades. — Pronunció una de ellas; después ambas reverenciaron y señalaron la dirección al festín que les aguardaba. — Vamos, Nerea. No querrás que los ratones se coman nuestros pasteles, ¿o sí? — El timbre de su voz tenía un sutil tinte aniñado y bromista. Tocó el antebrazo de la morena, invitándole a la sala indicada.
La puerta del gran salón se abrió de par en par. Detrás, salieron un par de mucamas de facciones añejadas por el paso del tiempo, a pesar de ello, observaron con amor y respeto a ambas soberanas.
— El té está listo, majestades. — Pronunció una de ellas; después ambas reverenciaron y señalaron la dirección al festín que les aguardaba. — Vamos, Nerea. No querrás que los ratones se coman nuestros pasteles, ¿o sí? — El timbre de su voz tenía un sutil tinte aniñado y bromista. Tocó el antebrazo de la morena, invitándole a la sala indicada.
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