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R1556569 · F
[...] fueran apaleadas y/o echadas del pueblo.

Ambas fueron chicas de lo que otros veían como la vida fácil, pero en realidad ser Oiran no era nada fácil ni simple, había momentos en los que debían tragar sus emociones, dolores y/o enfermedades para atender a todo aquel que llegara a visitarlas.

Tomó las riendas del caballo y continuó el caminar hasta finalmente llegar al hostal del pueblo. Bajó a la fémina y la tomó de la cintura, echándose el brazo de ella detrás de su cuello para que lograra entrar. Pidió habitación y con ello servicio al mismo. Finalmente, al llegar a la habitación, dejó a su niñita sentada sobre la cama, mientras recibía el té, el cual ella misma sirvió con la elegancia que le caracterizaba, esa elegancia que poseían todas las Oiran, sin excepción. Entregó la taza de té y vio los pequeños y frágiles sorbos de la menor, aún se sentía preocupada por ella y tras escuchar sus palabras, esos frágiles y delgados hilos de voz que no parecían de Sada, respondió:
 
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