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s1581871 · M
Pero todo ese plan se complicó hasta que escucho unas pisadas sigilosas que perfectamente el podía escuchar por su agudo oído; cuando vio de reojo apareció la silueta del soldado más joven del Teniente Tsurumi. De piel morena complexión delgada/fornida tenía un espada en mano por un ataque directo. Ogata se pregunto cómo esos desgraciados llegaron a su paradero pero tenía que movilizarse esperando a que "la pequeña niña" no haga un ruido que llame la atención del discípulo.

s1581871 · M
Al escuchar la prefectura de Aomori fue una total afirmación sobre su extravió, no contaba con algún mapa pero por la vestimenta de la mujer se daba cuenta que no pintaba bien las cosas. Dicho y hecho fue cuando se desplomó en sus brazos, sus ojos se entreabrieron de impresión por el...¿desmayo?

— Oye—

Trato de llamar su atención agitando pero parece que sería inútil. Por cualquier imprevisto soltó el brazo y lo mejor que hizo fue cargarla al echarla a su hombro, sus pertenencias como sandalias y demás las fue enterrando con la punta de su pie sobre la arena.
Sus intenciones es tenerla un rato de rehén para exprimir su información pero antes la llevaría a un lugar discreto fuera de la costa donde iniciaría la interrogación.
El cuerpo se le hizo laxo; ¿desmayaría? No.

O quizás. Pero imaginar los peores horrores le supuso una inyección de adrenalina. ¡No podía desvanecerse en esa situación! Apretó los ojos y sin querer casi gritó la respuesta.

¡A - Aomori! ... E - estamos en la prefectura de Aomori, e-en... En la localidad de... Kobashi... Donde abundan los peces fugu y... Y...

Se le cortó la voz de pronto. La cabeza se le echó hacia atrás y seguido de esta todo su cuerpo perdió control. ¿Se había desmayado por fin?

No. Está fingiendo. Y en realidad no es tan buena haciéndolo porque los párpados le tiemblan al mantenerlos cerrados.

No era la mejor estrategia, pero fue la primera que se le ocurrió.
¡U - umf! ¡F- fhm!

Como era de esperarse, el paso de la joven no se dió abasto para huir del soldado; todo sucedió en tan rápido como trastabillar, perder una de sus sandalias, intentar gritar y escuchar su propia voz ahogada contra la mano grande del desconocido.

Y luego, ¡oh! El agudo dolor en su brazo la hizo chillar.

Para una mujer acostumbrada a la vida tranquila, sin un solo vestigio de trabajo duro en sus manos o de pecas de exposición al sol, con la suavidad de su piel y varias otras características que hablan de su cómodo entorno, el sometimiento de su brazo podría sentirse como el más intenso de los dolores que ha experimentado.

¡P - p...e...d - ad!

"¡Piedad! ", imploró. En sus expresivos ojos rasgados gritaban el terror y la sumisión.

«…»

s1581871 · M
Sin una pizca de compasión muy característica de los soldados de aquella época que eran conocidos por la crudeza y frivolidad con la que podían quitarle la vida a cualquier cosa que se le atravesara, hablo con calma.

— No dirás nada de mi pero te haré una pregunta, ¿Que pueblo es este?—

Tenía que admitir que no ubicaba muy bien la zona debido a que escapó sin mirar bien donde fue a parar.
s1581871 · M
Había llegado a la costa prófugo después de un gran secreto que lo mantenía en una persecusión y paranoia por lo cual portaba su arma en manos ante el mínimo ruido reaccionaria sin pensar.

Justo estaba orillado a disparar al escuchar una respiración y pasos en la arena caliente; pero cuál fue su sorpresa al ver una pequeña mujer huyendo dejando un camino de rastros marítimos. Guardo el alma detrás de su cuerpo donde había una correa de cuero que lo sujetaba a el para ir corriendo, cada paso abarcaba una gran distancia, al igual que el poco ruido que producía era similar a un felino cazando a un ratón.
El soldado pronto lograría atrapar a la dama, tapando su boca y limitar sus movimientos al aprenderla por torcer su brazo y girarlo a su retaguardia, con rapidez la sumió a la sombra que era producida por una frondosa copa de árbol.

— No te muevas o grites por qué te mato—

(...)
Sadako permaneció inmóvil como un conejo que ha sido descubierto; en su furtiva caminata matutina por la costa, jamás se había encontrado con un personaje de tal aspecto; ¿¡un soldado!? Entre las muchachas de la casa de té se tenía cierto temor estigmatizado hacia los uniformados; razón por la cual estaba crispada y las palabras no salieron de su boca.

Así que, en la menor oportunidad, caminó cuán rápido le permitían las [i]getas
. El andar apresurado se convirtió en un trote y mientras dejaba caer de sus manos las conchitas marinas que había recolectado, fue corriendo lo más que le daban sus piernas. ¡Debía informar a la Madama, poner a todas en alerta![/i]

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