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Un café apaga ideas en la mente, las hunde y ahoga. A veces, las quema hasta ese humecito sale por la boca de humo en forma de suspiro tras sentirse tan a gusto. — Solo espero que llegue. — Murmuró Katrina sentada esperando a ese hombre a quien invitó unas cervezas en una de las tantas azoteas de la ciudad; extraña manera de conocer personas pero le sirve y genera amenos recuerdos.
 
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—Me gusta, aunque... creo que esto está de más, ¿no?

Entonces se apenó un poco al llevar aquel regalo, puesto que ella no había sido demasiado específica. Incluso la invitación fue un tanto críptica; se limitó a tomar asiento frente a ella, dejando aquel paquete de cerveza sobre la mesa. Un momento se tomó para observar el lugar, recorrerlo con la mirada, cada detalle, sonido, el aroma y aura del ambiente. Le agradó, bastante, se hizo vívido en su mirada, en la sonrisa más relajada que pobló su rostro.

—Descuida. Agradezco la invitación.

Su atuendo, por su parte, no distaba mucho de lo que usaba en el día a día. Camisa blanca, corbata ligeramente desordenada, prueba del largo día laboral. Sin saco, pantalón azul oscuro.
s1576535 · 26-30, F
¿Dónde estaban? Era un sitio especial porque no es una simple cafetería donde comes y ya, allí pasan un llamativo jazz que va de la mano con el café, tiene ese gusto único que te tienta a volver a pasar pese a sea unos cinco minutos. — No te preocupes, no llevo mucho esperando. — Husmeó las manos masculinas y se percata de aquello riendo por lo bajo. ¿Acaso no se dio cuenta que el lugar era aquí? ; pensó.

— ¿Te gusta el sitio? Es uno de mis favoritos, perdón por ser tan misteriosa con esto. — Comentó apenada dibujando una media sonrisa mientras que se cruzaba de piernas. Espera. . ¿Está bien vestida? Claro que si, un vestido sencillo pero bonito en un color crema y sandalias del mismo tono aunque sus hebras están libres, se menean con el viento que se escabulle al abrir la puerta del establecimiento.
—Perdón la demora.

Hizo acto de presencia en el lugar dictado por el mensaje que ella le envió. Torpe, como es usual, para seguir direcciones en esa ciudad que le seguía pareciendo un laberinto, en especial en las noches, con el cansancio del día encima. Había llevado, por su parte, un frasco de café colombiano de gran calidad, mismo que encontró perfecto para la ocasión.

—Sé que dijiste que ibas a invitarme, pero no pude llegar con las manos vacías.

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