s1570339

Al notar la presencia oportuna de su hijo, una sonrisa afable se dibujó sobre los rosáceos de la deidad Olímpica. Conocía a su retoño, sabía mejor que nadie que las muestras de afecto no le eran de todo agradables, sin embargo, en ella nacía esa necesidad imperiosa de acunar entre sus manos las mejillas del pelirrojo. Cuidadosamente, emprendió a dedicar lentas caricias a aquel rostro tan amado con apoyo de las yemas de sus dedos y así, sonrió evidentemente contenta de poder observarlo una vez más. [i][c=#E50073]— ¿Una madre no puede venir a visitar a su hijo? He escuchado que has librado grandes batallas a lado de tu hermano. Vine a supervisar que todo estuviera en orden, mi niño. Tú y él son tan idénticos a su padre. . .Pero eso no hará que deje de preocuparme por ustedes. — [/c][/i]

Fugaz. . .Así era la presencia de sus hijos en su vida. Semejantes a su padre, con sed de sangre, caos y terror, no los culpaba, era parte de su incontrolable y salvaje naturaleza. Pese a ello, como toda madre existente en el plano, deseaba con fervor sujetar a sus niños entre sus manos y cobijarlos en un afable abrazo. Sus pequeños guerreros. . .No, ya no eran pequeños, ahora eran todos unos hombres que acompañaban a Ares a combatir las afrentas bélicas que no deja de buscar. En esta ocasión, la Urania quería tomar ventaja y por lo menos, pasar a saludar a su niño. Oh ufano terror, que a todos doblegas con tu presencia en el mundo mortal. Ingresó al templo con calma. Buscó de abajo hacia arriba, de izquierda a derecha con la mirada la presencia de su hijo, pero no tuvo éxito. [i][c=#E50073]— ¿Deimos, hijo mío, estás aquí? —[/c][/i]

Oye, dame comida

Eso es cierto

Genial sólo casi hermanas (?)