—Solo lo peinare, no haré nada malo. Lo prometo, Howl—. Lo observaba a la espera de su respuesta, sabía cuan receloso podía ser con su cabello, era lo que más cuidaba de su aspecto físico.

Observó la corbata y le dió su aprobación con el suavizar de su gesto frente al espejo, para luego dar un respingo.

— ¿Qué vas a hacerle a mi cabello?—

Comienza a acercarse un poco a él sonriéndole pero con cariño. —Veamos... Podemos cambiar un par de cosas—. Dijo aquello como si leyera su mente, hacía mucho que no usaba magia por lo que le costó un poco de trabajo aparecer una corbata oscura. Se la anudo al cuello pero dejándola algo floja, un estilo ligeramente desarreglado. Se puso detrás de él aunque la estatura era evidente señaló el cabello rubio del mayor. —¿Puedo?—. Pidiendo permiso para tocarlo.

— Es una pena, porque me devorare sus corazones — Dijo orgulloso pero seguía buscando en el reflejo del espejo algo que le gustará.

—¡Por supuesto! Estarían dementes si no lo hicieran—. Le guiñó un ojo, sonriendo de lado y recargandose en el marco de la puerta, la verdad era que Howl tenía una personalidad atrayente así como su aspecto ayudaba. Cualquiera caería frente a él.

— ¿Crees que caigan bajo mis encantos?— Sonrió con un poco de altivez, a decir verdad estaba realmente pensando en cambiar un poco su aspecto pero era un indeciso.

—¿Estás intentando seducir mujeres? ¿Te has quedado sin reservas de corazones?—. Si, lo decía a modo de burla. Le gustaba molestarlo.