-Anonadado por su reacción, la cual jamás se esperó algo así, tardó bastante para responder, y no solo eso, bajó su mano para sonreír con nerviosismos.- Además de que me rechazaste más de 10 veces y que sos un mujeriego que le gusta ahora las vaginas, él y yo somos muy parecidos en muchos sentidos. Tanto vivencias como formas de pensar. Además es... alguien quien sufrió demasiado. Quiero darle todo el amor que merece.

-Exhaló suavemente y el ambiente se calmó, una sonrisa burlona apareció en él seguido de unas risas de alegría.- ¡Eso es una buena noticia! ¿Qué te hizo decidir eso? A parte de no eligir al Dios frente a ti.

En parte es eso... -Rascó su nuca con nerviosismos, no sabía bien como iba a reaccionar y más por sentir aquel calor que emanaba el Rey de las flamas.- Voy a casarme con un Príncipe Wurm. Lo estuve considerando mucho y creo que él es el indicado para que comparta el trono Iscandriano conmigo.

¿Ahora quien ocupa mi lugar en tu cama? -Volteó a verlo y el aire alrededor comenzaba a calentarse, en realidad trataba de asustarlo un poco, ¿O quizás debió hacer que la cosa se enfriara?-

Ahora no, otro día. -Ladeó la cabeza hacia él cuando se le acercó, no se lo esperaba tan cerca así que dio un paso hacia el costado cruzandose de brazos.- Lasky, tengo que darte una noticia, quizás no te guste...

Yo no sé nada de eso, quizás encantar un poco, pero no paso de ahí. Fuí un joven muy despreocupado y alcoholico. -Se encogió entre sus hombros y luego caminó hasta quedar a un lado de él.- Acepto tu invitación.

-Frunció el ceño y luego negó con la cabeza.- No seas tonto. No estaba pidiendo nada de eso. En Folka me enseñaron a hacer esas cosas, forjar, herrería, encantar, y otras cosas... mi padre es sastre y a veces le pedían que encante las armaduras y vestimentas. Mi madre creaba accesorios, y aún los sigue creando.

Siento que me estás pidiendo indirectamente que sea el horno. -Apartó su mano para verle fijamente al capitán mientras negaba con la cabeza, algo se habrá imaginado, lo conoce.-

No... pero valía la pena intentar imaginarte si quiera que forjaras algo. -Rió divertido con tan solo imaginarse al otro alado del horno y con todas las herramientas de forje.- Yo sé hacerlo, puedo enseñarte.

¿Me ves cara de herrero? Se los pedí a un enano, tardé en convencerlo. -De solo recordar el momento hizo que le doliera la cabeza y así terminara poniendo su mano sobre la frente.-